Una lectura de los movimientos climáticos en la tercera huelga climática de 2019, desde la Ciudad de México
“Ustedes nos están fallando, pero los jóvenes hemos comenzado a entender su traición.” Así la joven activista climática Greta Thunberg se dirigió a la Cumbre de Acción Climática de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en Nueva York el pasado 23 de septiembre. Esta toma de conciencia por parte de los jóvenes de todo el mundo de la cuál habla Greta, se ha manifestado en las marchas alrededor del mundo los pasados viernes 20 y 27 de septiembre donde participaron más de diez millones de personas en todo el planeta.
El mensaje de estos jóvenes es fuerte, claro y a la vez simple: los adultos, y en particular los que detienen el poder político y económico, les están robando su futuro. No es difícil comprender que este mensaje está acompañado por una gran emotividad, que comprende desde el miedo por las consecuencias del colapso climático a la rabia frente a la hipocresía y la falta de acción que ha caracterizado el discurso político alrededor del cambio climático.
En la marcha el viernes 20 de septiembre en la Ciudad de México, uno de los sesenta eventos de protesta que se dieron para la ocasión en todo el país, los jóvenes mexicanos también expresaron el miedo, la tristeza, y la rabia que les genera la actual crisis climática que perjudicará sus futuros. Pero además, las seis mil personas, por la mayoría jóvenes, que marcharon ese día trasmitieron esperanza y alegría, al mismo tiempo que demandaban al gobierno que declarare la emergencia climática.
En México, como en otras partes del mundo, la semana del 20 al 27 de septiembre por la justicia climática, fue una semana de acciones directas, protestas, charlas y otros eventos organizados y promovidos por el movimiento trasnacional de base (bottom-up) Fridays for Future (FFF). Este movimiento, nacido en agosto de 2018 para responder al llamado de Greta Thunberg, se caracteriza por ser apartidista, independiente y formado por jóvenes de escuelas secundarias y universidades.
En la primera huelga climática global de FFF, el 15 de marzo de 2019, se movilizaron en todo el mundo más de 1,6 millones de personas. Igual pasó en la siguiente huelga climática del 24 de mayo. Ambos eventos fueron caracterizados por la amplia participación de jóvenes estudiantes. La nueva generación que compone por la mayoría FFF representa un giro histórico en el activismo climático, antes confinado exclusivamente a los movimientos ecologistas. Estas olas de movilizaciones climáticas, compuestas por la mayoría por adolecentes, están abriendo una nueva etapa en el activismo ecologista y en defensa de la naturaleza, que desde los años noventa se había concentrado en los eventos de protesta del movimiento antiglobalización, y en las resistencias en defensa de los territorios, por parte de comunidades locales, e indígenas.
Para los estudiosos de los movimientos sociales, estas movilizaciones climáticas representan un nuevo desafío al conocimiento. Aspectos como la composición del movimientos, el tipo de reivindicaciones, la relación de desconfianza con las instituciones y la gerontocracia, las acusas de traición hacía los adultos, una identidad colectiva que se moldea alrededor de emociones como rabia, miedo, angustia, entre otros, hace emerger la necesidad de investigaciones capaces de poder contribuir a comprender los cambios que estamos viviendo en nuestras sociedades frente a la siempre más aguda crisis socioambiental que afecta todo el planeta.
Con este propósito desde inicio de este año un equipo de investigadores de universidades suecas han dato vida al proyecto: Protest for a future: Composition, mobilization and motives of the participants in Fridays For Future climate protests. Este proyecto de alcance internacional involucra equipos de investigadores de 16 ciudades en 14 países de todo el mundo como Australia, México y EE.UU., con el objetivo de comprender las dinámicas propias de las huelgas climáticas aplicando el método de encuestas conocido como CCC (Caught in the Act of Protest: Contextualizing Contestation). El propósito del proyecto es realizar un análisis comparado de los datos recolectados para comprender aspectos como el proceso de movilización de estos jóvenes (motivaciones, composición social, etc.), el nivel de compromiso social y político relacionado con el cambio climático, la relación que emerge entre estas nuevas generaciones y las instituciones democráticas de cada país, entre otros.
En México, un equipo coordinado por los autores de esta nota y compuesto por miembros del Laboratorio de Análisis de Organizaciones y Movimientos Sociales (LAOMS) y del Proyecto UNAM-PAPIIT <IA300419>, cubrió la marcha del viernes 20 de septiembre en la Ciudad de México.[1] A pocos días de la marcha y todavía con los datos en proceso de captura y sistematización, nos gustaría compartir las siguientes observaciones. Para un análisis completo de los datos del proyecto, será redactado posteriormente un reporte científico en español e inglés.
A pesar de que en la marcha del 20 de septiembre en la Ciudad de México participaron distintas generaciones, sin duda la mayoría de los participantes fueron jóvenes, en particular estudiantes universitarios. Esto difiere un poco de los datos que proporcionan los equipos de investigadores de los otros países donde se observa una alta presencia de estudiantes adolecentes de preparatoria y secundarias. Otra diferencia reside en la cantidad de participantes. En la Ciudad de México, las huelgas de marzo y mayo de 2019 vieron la participación de un millar y un millar y medio de jóvenes. Y aunque la marcha del 20 de septiembre se puede considerar un éxito rotundo del movimiento en nuestra ciudad, llegando unos seis mil participantes, no es comparable con los números de otras ciudades como Milán y Roma (Italia) donde marcharon doscientos mil estudiantes, Auckland (Nueva Zelanda) trecientos mil, o Montreal (Canadá) con quinientos mil participantes.[2]
Varios factores pueden haber determinado estas diferencias. Primero, el problema de la alta inseguridad en el país que puede llevar a los padres de adolecentes a limitar la movilidad de sus hijos. Segundo, la criminalización de la protesta y los ataques violentos contra estudiantes que hemos vivido en los últimos años, piénsense en los estudiantes de la escuela rural de Ayotzinapa o los ataques porriles contra estudiantes de la UNAM en Ciudad Universitaria y otros planteles. Tercero, la falta de participación del sistema educativo mexicano, el cual es distinto con respecto a otros países donde la huelga es un derecho ejercitado legalmente por parte de estudiantes y trabajadores. Esto explica cómo es que en otras ciudades como Nueva York o en Italia, fueron muchas las escuelas que apoyaron y/o se involucraron en la huelga climática, a veces hasta cerrando y acompañando a los estudiantes en las marchas. Finalmente, no son de descartar, entre los factores que pueden explicar la reducida participación en México, los prejuicios y a veces el desprecio hacia las y los que protestan y hacia las marchas como repertorio de la protesta. A diferencia de otros países, donde los movimientos sociales son percibidos por mucha gente como una forma de participación democrática, que además, como demostraron especialistas como Donatella della Porta (2013), fortalecen las democracias, no es raro en México escuchar comentarios acerca de la afectación negativas de las marchas en el tráfico, o comentarios despectivos hacia los que participan, por ser vagos, ignorantes o violentos. Es posible entonces que muchos jóvenes tengan miedo, desconfianza o disgusto de estas formas de participación política.
Por esta razón, fue muy positivo, a nuestro entender, observar la participación de muchos padres y madres de diferentes clases sociales, aunque principalmente de clase media, con sus niños y niñas desde edades muy pequeñas. Muchos de ellos se organizaron juntos haciendo llevar a sus hijos pancartas, carteles o disfrazándolos de algún animalito. Esto confirma investigaciones anteriores, que muestran como los jóvenes padres resultan más sensibles a las problemáticas socioambientales (Goleman, 2009).
Con respecto a la estratificación social de los participantes, aunque hay que esperar la elaboración completa de los datos, observamos una amplia participación de clase media. Esto no sorprende en países europeos, o en Norteamérica, pero es un dato muy interesante en el estudio de las protestas en México, las cuales se caracterizan todavía por una dimensión corporativista como son las protestas de sindicados o gremios corporativos que reclutan participantes entre las clases más populares. La alta participación de personas de clase media en movimientos sociales en nuestro país ha generado, no solo en este caso, desconfianza y prejuicios por parte de algunos actores sociales. El uso de adjetivos despectivos como “fifi” hacia los participantes de algunos eventos de protesta, así como la descalificación de las prácticas proambientales llevadas a cabo por las élite, es algo que es común escuchar. Esto se debe a diferentes factores, entre los cuales queremos destacar la marcada desigualdad del país, que genera desconfianza y a veces deprecio entre personas de diferentes clases sociales. Es entonces previsible que esta conflictividad estructural se refleje en un movimiento que además ha nacido en el norte de Europa, dificultando el proceso de identificación de muchos mexicanos.
Lo que pudimos observar en la marcha y en el seguimiento del movimiento desde sus inicios es que un elemento para superar estas dificultades entre los jóvenes participantes han sido las palabras de Greta Thumberg, y en particular modo, las emociones que ella expresa en sus mensajes. El miedo generado por los impactos del colapso climático, la ansiedad hacia el futuro, la rabia hacia los líderes y tomadores de decisiones permean el movimiento y están siendo compartidas y contagiadas en diferentes países y culturas.
En cuanto a la participación de la clases medias y altas en este movimiento, es interesante además evidenciar que tiene particular relevancia, debido a que son estas clases sociales las que se caracterizan por una alta huella ecológica. De esta manera, nos encontramos frente a un proceso de concientización por parte de sujetos que son parte del problema socioecológico. Sin duda, tendrán que ser analizados en profundidad los procesos de transformación de conducta y conciencia que pueden o no acompañar a la participación en el movimiento (Piven y Cloward, 1977).
Otro elemento que nos ha llamado la atención en la marcha del 20/09, ha sido la conformación misma de la marcha, abierta, alegre y colorada, en comparación con la organización en contingentes cerrados que caracteriza a las marchas en nuestro país. Este movimiento se está caracterizando por una estructura más abierta, en la cuál los manifestantes tenían la libertad de poderse mover a lo largo de la marcha sin necesariamente pertenecer a un grupo en especifico.
En el repertorio de la protesta utilizado hay que destacar el uso de pancartas colectivas o individuales hecha con cartón reciclado, performances en las cuales la naturaleza “muere”, cantos y bailes. La mayoría de las consignas expresaban la necesidad de “cambiar el sistema y no el clima”, la falta de futuro para los jóvenes, la decepción hacia los adultos y el sistema político actual.
Mientras esperamos la elaboración de los datos, podemos concluir que la marcha del 20 de septiembre en la Ciudad de México representó un giro importante en la visibilidad del movimiento ecologista mexicano, por lo general invisibilizado o menospreciado tanto en los medios oficiales como en la academia. La presencia de más de seis mil personas en la Ciudad de México, sumada a las otras acciones que se dieron en toda la republica, pone en evidencia la necesidad de una parte de la población de un cambio al actual concepto de desarrollo económico y social. Este cambio de paradigma no afecta solamente la relación con el medioambiente sino también la representatividad política. Frente a un México anclado en la idea de desarrollo del siglo pasado, donde prevalen las ideas de explotar los hidrocarburos, de la naturaleza como recurso a servicio de los seres humano y caracterizado por formas de gobierno basadas en la gerontocracia, está emergiendo otro México que quiere un país distinto, donde el progreso no sea a costa ni de las personas más vulnerables ni de la naturaleza.
Como investigadores de los movimientos sociales esperamos poder seguir los movimientos climáticos durante muchos años, para poder analizar sus impactos políticos, culturales y biográficos en los jóvenes que están participando y en la sociedad.
Referencias
Della Porta, Donatella (2013). Can democracy be saved? Participation, deliberation and social movements. Cambridge; Malden: Polity Press.
Goleman, Daniel (2009). Ecological inteligence. NY: Broodway Books.
Piven, Frances Fox y Richard A. Cloward (1977). Poor People’s Movements. Why They Succeed, How They Fail. New York: Pantheon Books
[1] Losa nombre completos de los asistentes de este proyecto de investigación son: Aidé Guadalupe Núñez Rojo, Atenea Ortiz Cassio, Laura Patricia Jiménez López, Sebastián Torres Álvarez , Laura Padilla Hernández , Thalia Nashieli Fierro López, Irene Abigail Rodríguez Gudiño, Roberto Holguín Carrillo, Ilce Tlanezi Lara Montiel, Marisol Ruíz Cortés, Patricia Marisol Rentería , Norma Leticia Lechuga D., Alejandro Zamudio.
[2] Se pueden consultar los datos de la participación en las distintas ciudades en: https://fridaysforfuture.org/
Muy interesante. Felicitaciones por este esfuerzo. Difundiremos este texto.
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