Fundamentos teóricos para abordar la relación entre medios y política contenciosa: una mirada interdisciplinariaMireia Pérez-Carretero

Fundamentos teóricos para abordar la relación entre medios y política contenciosa: una mirada interdisciplinaria

Los medios de comunicación constituyen un escenario donde se libra una parte importante de la batalla por la construcción y definición de la realidad social, fenómeno de crucial importancia para el estudio de la política contenciosa (Van Aelst y Walgrave 2016, Gurevitch y Levy 1985). De hecho, no podemos entender el origen de los movimientos sociales tal y como los conocemos si no es el marco de la popularización de los medios de comunicación de masas (Tarrow 2011).

Tal es la importancia de la relación entre medios y acción colectiva que la interacción entre movimientos y autoridades ya no se lleva a cabo de forma directa sino que se realiza de manera mediatizada (Koopmans 2004). Es decir: las autoridades reaccionan a las demandas de los movimientos en función de cómo son presentadas en los medios y los movimientos evalúan las oportunidades políticas existentes a través de reacciones públicas y mediatizadas del estado u otros contendientes. Ante el auge de la llamada sociedad red (Castells 2004), y como observa Cottle, “la protesta social nunca antes ha sido tan fuertemente condicionada, a nivel de la reflexividad y la estrategia, por su búsqueda de atención mediática” (Cottle 2008, 853).

La investigación sobre la relación entre medios y movimientos sociales se lleva a cabo en dos campos disciplinarios distintos (la sociología y la comunicación políticas) fundamentalmente desconectados (Vliegenthart y Walgrave 2012). Según estos autores, el campo disciplinar de la comunicación política apenas presta atención a los trabajos desarrollados desde la sociología, con la excepción quizás de autores como Gitlin y Gamson. Lo mismo ocurre en la dirección opuesta: los sociólogos de la acción colectiva apenas leen a sus colegas que abordan la relación entre medios y protestas desde la comunicación.

En este artículo llevaré a cabo una revisión de la literatura centrada en la relación entre los medios de comunicación y los procesos de política contenciosa enfocada a superar el “notable aislamiento” existente entre ambas disciplinas (Walgrave y Manssens 2000) y fomentar una mirada interdisciplinaria que permita dar cuenta de los alcances y limitaciones de ambas disciplinas a la hora de explicar este fenómeno. Para ello revisaré las tres líneas de investigación principales que, desde los estudios de comunicación política y la sociología de la acción colectiva, han prestado atención a la relación entre medios de comunicación y protestas, subrayando sus puntos de convergencia y divergencia, y explorando los puentes entre ambas.

 

Sesgo de selección, valores noticiosos y agenda setting

Uno de los aspectos fundamentales desde los cuales se ha trabajado la relación entre medios y movimientos sociales es el del acceso de la acción colectiva al espacio mediático. Así como otros actores políticos tienen un acceso prácticamente garantizado a los medios por su participación en el sistema político institucional, los movimientos sociales deben “ganarse” el espacio en los medios por otras vías (Vliegenthart y Walgrave 2012). Esta asimétrica relación entre movimientos y medios ha alimentado una larga línea de investigación que se pregunta sobre las condiciones necesarias para que los medios de comunicación cubran la acción colectiva.

En 1980, en su inaugural estudio The Whole World is Watching, Todd Gitlin señalaba ya la complicada relación entre medios y movimientos sociales. En este trabajo, el sociólogo daba cuenta de la interdependencia entre ambos actores: los movimientos utilizan a los medios para acceder al apoyo social que necesitan mientras que los medios se nutren de los movimientos para generar noticias relevantes (Gitlin 1980). Esta aparentemente sana simbiosis se ve opacada por las diferencias en los objetivos de ambos actores: los movimientos por lo general esperan que los medios expliquen su mensaje mientras que los medios se interesan mucho más por los aspectos conflictivos de la actividad de los movimientos. Entre ellos, el autor destaca el interés mediático por la vida personal de los líderes de los movimientos, las confrontaciones entre movimientos y autoridades, o los conflictos internos y facciones dentro de las organizaciones. En suma, lo que interesa a los medios por lo general son asuntos periféricos al mensaje u objetivo político de los movimientos.

Estos hallazgos en el marco de la sociología de la acción colectiva incorporan algunas de las perspectivas abordadas con anterioridad desde los estudios periodísticos acerca de lo que conocemos como news values o valores noticiosos. Johan Galtung y Mari Holmboe Ruge, precursores de los estudios que responden a la pregunta “¿qué publican los medios y por qué?”, desarrollaron en 1965 un central estudio acerca de los criterios de newsworthiness (o noticiabilidad) que explican las razones por las cuales los medios convierten en noticias unos hechos y no otros, y en qué aspectos tienden a centrarse (Galtung y Ruge 1965). Los valores noticiosos identificados por Galtung y Ruge se organizan en tres categorías, referidas al impacto del suceso (ámbito de afectación, frecuencia, capacidad de sorprender), a su capacidad de apelar a la audiencia (personalización, cercanía, referencia a “naciones o personas de la élite”) y a los aspectos pragmáticos de la cobertura (capacidad del medio de reportar sobre el asunto o continuidad del evento respecto de un suceso anteriormente cubierto, entre otros). Muchos de estos valores se sostienen

Los textos de Galtung y Ruge por un lado y de Gitlin por el otro inauguraron dos vías de investigación distintas en sus fundamentos disciplinares desde las cuales la relación entre medios y política contenciosa se abordaría mediante dos cajas de herramientas discretas. La sociología política, por un lado, tomó las herramientas del campo sociológico y comenzó a preguntarse esencialmente sobre el sesgo de selección (selection bias), es decir, los factores que facilitan la aparición de un movimiento en los medios de comunicación (Vliegenthart y Walgrave 2012). Este tipo de estudios se ha centrado predominantemente en dilucidar qué estrategias emplean los movimientos sociales para comunicar sus mensajes a través de los medios (Benford y Hunt 1992). Desde el campo de la comunicación, por el otro lado, se tomaron las herramientas de los estudios de periodismo y de comunicación política para responder a preguntas sobre news values. Este tipo de investigaciones se han orientado a entender los valores mediáticos o actitudes presentes en el seno de las organizaciones periodísticas que favorecen la producción de noticias sobre unos u otros acontecimientos (Harcup y O’Neill 2016, C. K. Chan 2015). Así, ambas disciplinas han desarrollado sus propias formas de estudiar el fenómeno de la selección de temas originados por los movimientos sociales: desde la sociología se ha puesto el foco en las estrategias de los movimientos y desde la comunicación se ha puesto el foco en la recepción y la toma de decisiones en el seno de las organizaciones mediáticas.

Ambas perspectivas abonan la célebre teoría del agenda setting (McCombs y Shaw 1972), la cual establece que los medios de comunicación de masas ocupan un papel central a la hora de marcar la agenda política y social. A pesar de la reciente aparición de nuevos actores y espacios que influyen en la configuración de la agenda, los grandes medios no sólo han sabido en muchos casos adaptarse al giro digital y ocupar posiciones privilegiadas en estas nuevas plazas digitales, sino que son aún aquellos espacios donde se establece la agenda de los asuntos que se discutirán en los foros sociales, como explican recientes actualizaciones de la teoría (Harder, Sevenans y van Aelst 2017). Esta función central de los medios de comunicación masiva abona la necesidad de estudiar los sesgos de selección y valores noticiosos de las organizaciones mediáticas para comprender los impactos de sus coberturas (y sus silencios) en la agenda política y social.

 

Sesgo descriptivo y paradigma de protestas

Un segundo aspecto concerniente a la relación entre medios de comunicación y movimientos sociales, desarrollado por la literatura sociológica y comunicológica, se ha centrado en las maneras en que los movimientos son representados en los medios. En los años 70, Stuart Hall y el Glasgow Media Group comenzaron a estudiar la reproducción de la hegemonía a través del discurso mediático. En la teoría de Hall, aún vigente aunque extensamente revisada (Miller 1993), las fuentes oficiales son los “definidores primarios” (primary definers) del tono que tomará la cobertura de los medios acerca de temas políticos (Hall, y otros 1978). En otras palabras: Hall y su grupo consideraban que los medios por norma general producen sus reportes partiendo de la visión del conflicto de las élites políticas. En los años 80, y siguiendo la tradición inaugurada por Hall, emergió lo que Chan y Lee dieron con llamar el “paradigma de protestas” (Chan y Lee 1984). Este paradigma describe un patrón de actuación de los medios ante las protestas que supondría, en primer lugar, la invisibilización de los movimientos y, en segundo lugar, su criminalización (en los casos en los que un movimiento deviene demasiado importante como para ser ignorado mediáticamente). El paradigma de protestas, a pesar de ser de los pocos armazones teóricos cohesivos que se han producido desde la comunicación política para abordar los fenómenos de protesta, ha generado una limitada producción teórica que, en los últimos años, ha sido cuestionada y reformulada especialmente desde perspectivas transnacionales (Shahin, y otros 2016, Harlow, et al. 2017, Kilgo, et al. 2018).

La sociología de la acción colectiva no ha adoptado el concepto de paradigma de protestas pero ha alcanzado históricamente conclusiones similares a la investigación en comunicación enmarcada en esta teoría. Entre las investigaciones recientes desde esta perspectiva destaca la aproximación de Amenta, Caren y Tierney (2015), quienes concluyen que los medios de comunicación raramente cubren los movimientos como “jugadores” políticos (usando la metáfora de players / jugadores y arenas / campos). Estos investigadores consideran que los mismos medios ejercen como actores políticos a pesar de pretender ser jueces imparciales, confiriendo un papel muy marginal en el terreno político a los movimientos sociales. Los medios, aunque se prefiguran como árbitros en las disputas por el significado entre los actores “legítimos”, en la práctica están organizados para atender a los sentidos y discursos producidos por los actores institucionales. Por ello, las organizaciones mediáticas terminan generalmente ofreciendo extenso espacio al cubrimiento de los debates de cariz político promovidos por estos actores institucionales (Amenta, Caren y Tierney 2015). Por el contrario, los debates propuestos por actores de la sociedad civil organizada raramente son cubiertos con esa profusión o enmarcados en un debate político presentado como legítimo.

La sociología de la acción colectiva también ha estudiado el denominado sesgo descriptivo, que da cuenta de cómo se presenta la actividad de los movimientos en la prensa poniendo énfasis en la fidelidad de la representación. Esta línea de investigación ha logrado resultados consistentes que confirman que las formas en que se cubren ciertos eventos de protesta pueden llegar a socavar los objetivos de los movimientos de protesta (Smith, y otros 2001). Según Vliegenthart y Walgrave, sin embargo, un gran número de publicaciones concernientes al sesgo descriptivo de los medios se centran en el impacto de las imprecisiones informativas en el uso de materiales periodísticos como fuente para la investigación sobre movimientos sociales en vez de tratar de teorizar a partir de ellas sobre la relación entre los medios y los movimientos (Vliegenthart y Walgrave 2012).

En un territorio intermedio entre ambas disciplinas, autores como Robert Entman adaptan el concepto de frames, tal y como lo desarrollaron Snow, Benford y sus círculos, para analizar los contenidos mediáticos acerca de fenómenos de protesta (Entman 1993, Snow y Benford 1988, Snow y Benford 2006). La teoría del framing se ha mostrado fructífera en el ámbito de la relación entre medios y protestas por su capacidad de relacionar los discursos con el contexto sociopolítico en el cual emergen (Lindekilde 2014) y los “agentes significantes” que en él participan (Snow y Benford 1988).

 

Los medios como agentes movilizadores

Mucho menos popular que las dos anteriores es la tercera y última dimensión que abordamos de los trabajos acerca de la relación entre medios y movimientos sociales, desde la cual se estudia el papel de los actores periodísticos como agentes de movilización. Entre las investigaciones que exploran este rol particular de los medios partiendo de presupuestos de la sociología de la acción colectiva destaca The Making of the White March, texto inaugural de Walgrave y Manssens donde se analizan ciertas decisiones mediáticas ante la Marcha Blanca de Bruselas (1996) que llevaron a afirmar su capacidad movilizadora (Walgrave y Manssens 2000). Según esta investigación, las organizaciones mediáticas podrán actuar como movilizadores de la acción cuando exista uno o más de los siguientes supuestos: confrontación entre el común de la población y las élites, una situación altamente emocional o simbólica, el asunto reivindicado es relativamente simple, o la controversia es políticamente imparcial, entre otros. Este tercer aspecto de la relación entre medios de comunicación y política contenciosa ha sido principalmente abordado desde la sociología política y constituye todavía un territorio relativamente inexplorado dentro de este campo disciplinar.

 

A manera de conclusión

La literatura revisada se concentra en tres dimensiones de la relación entre el trabajo mediático y la política contenciosa: el sesgo de selección o los valores noticiosos; el sesgo descriptivo o la representación de los movimientos; y la capacidad de movilización de los medios. Las dos primeras líneas de investigación presentan enfoques parcialmente divergentes en sus abordajes desde la sociología de la acción colectiva y desde los estudios de periodismo y comunicación.

En lo que refiere al sesgo de selección, ambas disciplinas se han planteado preguntas similares centradas en actores distintos: la sociología se ha concentrado en comprender la influencia de las estrategias de los movimientos en su impacto mediático mientras que los estudios de periodismo se han concentrado en las decisiones tomadas por las organizaciones mediáticas para seleccionar unos u otros temas.

En lo referido al sesgo de descripción, ambas disciplinas divergen en el propósito: la sociología ha abordado en general análisis sobre el valor descriptivo de la producción periodística como material para la investigación acerca de movimientos sociales, mientras que los estudios de comunicación social se han centrado generalmente en comprender los discursos de los medios como condensadores o definidores de una serie de relaciones de poder. Todavía en el marco de la dimensión descriptiva del análisis, sin embargo, se puede detectar una convergencia parcial en los enfoques de ambas disciplinas. Ésta se sintetiza en el uso de metodologías derivadas del análisis de framing para el análisis de la representación de la actividad de los movimientos sociales en los medios. La tercera línea de investigación, mucho más marginal, estudia a los medios como agentes movilizadores, y ha sido únicamente abordada desde el campo de la sociología de la acción colectiva.

En este artículo he revisado algunos puntos de contacto en lo que concierne a la relación entre medios y movimientos sociales desde la comunicación social y la sociología de la acción colectiva. Los retos en el maridaje de ambas perspectivas son numerosos, pero también lo son las herramientas provistas por la literatura preexistente. Solo desde una mirada curiosa e interdisciplinar, consciente del rico legado teórico-metodológico que nos precede, podremos afrontar los desafíos de esta coyuntura decisiva y comprender las dinámicas de mediatización emergentes que ya están provocando profundos cambios en nuestra realidad.

 

Referencias

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Fotografía: Marcha antirracista en Regina, Saskatchewan (Canada). Cortesía de 99.films/Unsplash.

Mireia Pérez-Carretero

Doctoranda en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de Universidad Nacional Autónoma de México y maestra en Medios, Comunicación y Cultura por la Universitat Autònoma de Barcelona (España). Ha sido miembro del Observatorio de la Cobertura de Conflictos de la Universidad Autónoma de Barcelona y analista en el Observatorio de Actualidad del Discurso Discriminatorio en los Medios del Grupo de Periodistas Ramon Barnils. Ha trabajado como periodista en medios internacionales y departamentos de comunicación de organizaciones sociales y desde el año 2011 ha publicado su trabajo en medios catalanes, españoles y mexicanos. Sus líneas de investigación incluyen los estudios críticos del discurso, los medios globales y los flujos comunicativos transnacionales, y la relación entre medios de comunicación y política contenciosa.

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