El pasado domingo 17 de junio Colombia eligió al candidato de derecha Iván Duque como nuevo presidente. Duque obtuvo una votación del 54%, mientras que su oponente, el candidato de izquierda Gustavo Petro, un 41,8%. Las elecciones se desarrollaron -al igual que en la primera vuelta celebrada el 27 de mayo- en un ambiente tranquilo en el que no hubo reportes de problemas de orden público y en el que los delitos electorales se redujeron en un 73% según las cifras entregadas por la Misión de Observación Electoral MOE.[i] Adicionalmente, la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional ELN (que se encuentra actualmente en un proceso de negociación con el gobierno nacional) declaró un cese de actividades con el fin de no intervenir en los resultados políticos.
En este clima general quisiera rescatar tres conclusiones que considero triunfos dentro del proceso. Termino mencionando cuál es el panorama que tiene el electo presidente en el contexto latinoamericano.
Primer triunfo: el fortalecimiento de la participación ciudadana
A pesar de las predicciones de una baja participación en esta segunda vuelta, ésta fue del 53,04% equivalente a más de 19 millones de votos, reduciéndose apenas en 125 mil votos con respecto a la participación del 27 de mayo.
Las razones que habían llevado a creer en una baja asistencia a las urnas se pueden resumir en dos: la decisión de Sergio Fajardo, el candidato más votado después de Duque y Petro, de votar en blanco y b) el comienzo del mundial de futbol. Con respecto al primer punto, Fajardo, que obtuvo durante la primera vuelta más de cuatro millones y medio de votos, declaró que votaría en blanco ya que ninguno de los dos candidatos que llegaron a la segunda vuelta representaba el modelo de reconciliación que él proponía.
Ante la insistencia de algunos grupos ciudadanos que le exigían tomar posición por considerar que la decisión de votar en blanco es irresponsable en términos políticos (hay que recordar que la legislación colombiana establece que el voto en blanco no tiene ningún efecto político en la segunda vuelta presidencial) y terminaría beneficiando a Duque por ser el primero en las encuestas, Fajardo declaró: “quienes votaron por nosotros son ciudadanos libres, serenos, atentos, pensantes, críticos. No siguen simplemente órdenes.”[ii]
Ello quedó demostrado con los resultados del 17 de junio, pues contrariamente a la idea de que sus votantes se quedarían en casa o votarían mayoritariamente en blanco, los datos revelan que la votación de éste se repartió entre tres opciones: el candidato Duque que aumentó su votación en más de 2´800.000 votos, el candidato Petro que alcanzó más 3 millones de votos adicionales, y el voto en blanco, que pasó de un 2% a un 4%.[iii]
Al mirar las cifras con más detalle, puede observarse, según el Observatorio de la Representación Política (ORP) de la Universidad del Rosario, que la participación en las grandes ciudades tendió a disminuir, mientras que la participación en las zonas rurales y ciudades intermedias aumentó. Es el caso de los departamentos de Magdalena, Córdoba y Bolívar que beneficiaron a Duque al aumentar su participación, y los de Cauca y Nariño que beneficiaron a Petro.[iv]
Mapa 1. Diferencia de la votación entre Iván Duque y Gustavo Petro
Lo anterior indica que en esta ocasión las elecciones presidenciales han tenido una importancia significativa para más de la mitad de los ciudadanos, y en este punto recuerdo dos hechos concretos: a) el voto no es obligatorio en Colombia y b) Una participación del 53% supera la participación de todas las elecciones pasadas desde la Constitución de 1991. Se trata de un triunfo en cuanto a la participación y no sólo en términos de cifras, sino también en términos de diversificación de respuestas políticas por parte de los electores, pues por primera vez en el país se llevó a cabo una discusión de la validez o no del voto en blanco como forma de expresión legítima dentro de unas elecciones presidenciales.
Mientras que muchos académicos y analistas llamaban a tomar posición entre uno u otro candidato por considerar que la democracia se trata de elegir entre el mal menor, otro grupo optó por defender el voto en blanco como una opción legítima y alejada de la “tibieza” que suponían sus contendientes. El desarrollo de argumentos de uno y otro lado contribuyó a mejorar la calidad de nuestros debates y es un gran aporte para comprender que la democracia no es simplemente un régimen, ni una palabra vacía, sino una experiencia subjetiva que se manifiesta en los distintos espacios públicos, y a través de distintos actores que tienen distintos intereses (Mouffe, 1999; Arendt, 1997).
Lo anterior no implica que el votar por miedo (miedo al uribismo por un lado y miedo al supuesto comunismo por el otro) haya desaparecido como motor en las elecciones. Pero lo que quiero resaltar aquí es que también se produjo un voto a conciencia por la que se consideró la posición más democrática, expresándose esta posición de diversas formas.
Segundo triunfo: el fortalecimiento de la izquierda
Por primera vez en Colombia, la izquierda obtuvo una votación de más del 40% para una elección presidencial. Ello es de gran relevancia en un país fuertemente conservador que ha asociado históricamente la izquierda a los movimientos insurgentes armados de principios de los sesentas y que jamás ha sido gobernado por una opción distinta a la de derecha. Ello permite suponer varias cosas: en primer lugar, un desgaste ciudadano con respecto a las formas tradicionales de gobernar y de hacer política; en segundo lugar, una desestigmatización de la izquierda que puede deberse, en parte, al proceso de paz de 2016 vivido con la guerrilla más antigua.
Hay adicionalmente un tema coyuntural muy interesante en estas votaciones y es que por primera vez el candidato que obtuvo la segunda votación tiene derecho a tomar una curul en el Senado de la República, mientras que el candidato (o candidata en este caso) a vicepresidente tomará una curul en la Cámara de Representantes. Esta medida es el resultado de la reforma electoral de 2015 en la cual se abrió esta posibilidad con la intención de fortalecer el liderazgo de los candidatos y construir cierto modelo de oposición política.
Y a pesar de que muchos votantes desconocían que al votar por Petro estaban, de algún modo, votando por la posibilidad de que éste se convirtiera en senador, esta opción ha contribuido a generar la sensación de victoria para la izquierda colombiana, pues Petro podrá conformar una verdadera oposición política desde el poder legislativo y podrá seguir presionando al presidente electo en dos temas fundamentales: el respeto por los acuerdos de paz firmados en la Habana y la revisión del modelo económico extractivo como fuente de riqueza para el país.
Tercer triunfo: la renovación del uribismo
Hay un hecho sorprendente en estas elecciones y es que el presidente electo Duque era un absoluto desconocido para la gran parte de los colombianos hasta hace unos meses. Su perfil mucho más técnico (trabajó desde 2001 en el Banco Interamericano de Desarrollo) no había incluido la política sino a partir de 2014, momento en el cual se presentó a través de lista cerrada como senador, dentro del partido Centro Democrático del expresidente Álvaro Uribe. Medios de comunicación como El Colombiano aseguran que para la campaña de 2014 Duque no pudo estar presente porque estaba entregando su cargo en el BID y, de hecho, conoció a muchos de sus compañeros de partido y de bancada legislativa después de ser elegido.[v]
¿Por qué un candidato tan joven (42 años) y con tan poca experiencia fue elegido presidente de la República? Hay principalmente dos razones: la primera está en el apoyo que le brindó el expresidente y actual senador Álvaro Uribe. Éste último ha demostrado ser el estratega político más hábil en Colombia, pues ha sido el único presidente de la historia del país en ganar dos veces las elecciones presidenciales sin necesidad de segunda vuelta y después de su salida del poder ejecutivo ha sido capaz de llevar a segunda vuelta a los dos candidatos designados por él (Oscar Iván Zuluaga en el 2014 e Iván Duque en el 2018). El triunfo de Duque es el triunfo del proyecto uribista y, al tiempo, un retroceso para los distintos grupos sociales que han venido sufriendo las consecuencias de una política de seguridad que dejó graves violaciones a los derechos humanos y de un modelo económico que ha venido aumentando la desigualdad.
La segunda razón es que la falta de experiencia en el ámbito político jugó también a su favor en el sentido de que se encuentra “limpio” de las acusaciones de corrupción o cualquier otro vicio típico de la política. Su campaña estuvo centrada en propuestas “técnicas” en las que se decía que se acabaría con la “politiquería” y las prácticas clientelares. Este discurso captó la atención de los votantes conservadores que vieron en Duque la continuación de un modelo económico que los ha beneficiado y la ruptura de prácticas políticas corruptas. Lo paradójico es que Duque recibió para la segunda vuelta el apoyo de todos los partidos políticos tradicionales que buscan tener una representación en el nuevo gobierno, por lo que no hay forma de garantizar una presidencia libre de prácticas clientelares.
Termino con algunas precisiones sobre las implicaciones de la elección de Iván Duque en el contexto latinoamericano. Retomando el análisis realizado por Mauricio Jaramillo de la Universidad del Rosario,[vi] hay que recordar que la llegada de Duque está en sintonía con el contexto “derechizado” de América Latina. Para insertar esta elección en un contexto más amplio es importante pensar en las posibles acciones del nuevo presidente con respecto a la región. En ese sentido, Jaramillo asegura que así como se presentó con Uribe, el gobierno de Duque se caracterizará por un distanciamiento (aunque no tan dramático) del país con respecto a sus vecinos y a los foros multilaterales de la región como Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) o la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). De esta forma, se estaría repitiendo la tendencia de “malos vecinos” que ha caracterizado la política exterior colombiana.
Es posible que el gran proyecto de política internacional sea la Alianza por el Pacífico (con Chile, Perú y México) por ser su proyecto económico más importante en la actualidad pues, a pesar de que el posible triunfo de López Obrador en México prenda algunas alarmas en los mercados financieros, es muy probable que continúe con las alianzas comerciales establecidas en el pasado. Ello demostraría que para Duque la política exterior es sinónimo de política comercial.
Finalmente, Duque será el encargado de gestionar la participación de Colombia en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) como socio global (estatus que obtuvo desde mayo de 2017, pero que sólo fue ratificado este año). Esta decisión implicará convertir a Colombia en un país generador de tensiones para el vecindario, pues implica tácitamente un recrudecimiento en las relaciones con Venezuela y la creación de hostilidades políticas y militares con países como Brasil, para los cuales la presencia de fuerzas militares estadounidenses representa históricamente una fuerte amenaza.
Referencias
Arendt, Hannah. 1997. ¿Qué es política? Barcelona: Paidós
Mouffe, Chantal. 1998. El retorno de lo político. Comunidad, ciudadanía, pluralismo, democracia radical. Barcelona: Paidós.
Notas
[i] http://www.elcolombiano.com/elecciones-2018-colombia/delitos-electorales-bajaron-73-en-esta-segunda-vuelta-moe-BF8878740
[ii] http://www.eltiempo.com/elecciones-colombia-2018/presidenciales/sergio-fajardo-anuncia-que-votara-en-blanco-en-la-segunda-vuelta-presidencial-224672
[iii] https://presidente2018.registraduria.gov.co/resultados/html/resultados.html
[iv] http://www.procesoselectorales.org/2018/06/19/claves-del-voto-de-la-segunda-vuelta-presidencial-de-2018/
[v] http://www.elcolombiano.com/elecciones-2018-colombia/el-presidente-que-nadie-vio-venir-AF8878424
[vi] http://www.elcolombiano.com/elecciones-2018-colombia/duque-ingresa-a-una-region-ya-unida-en-la-centroderecha-DN8870207