En este atormentado año de 2020 se ha publicado un nuevo libro sobre la vida de Galileo, muy pertinente para los tiempos que corren. El título es Galileo y los negadores de la ciencia y su autor es el astrofísico israelí-estadounidense Mario Livio. Nacido en Bucarest, Rumania en el año 1945, conoció de primera mano el incipiente autoritarismo del dictador N. Ceaușescu. Sus padres tuvieron que abandonar por razones políticas el país natal, quedando Livio a cargo de sus abuelos, con quienes terminó emigrando a Israel para reunirse con sus padres en 1950.
Su especialidad es la Astrofísica y trabajó durante 24 años (hasta el 2015) en el Telescopio Espacial Hubble. Es además un notable divulgador de las ciencias, que ha contribuido con varias obras sobresalientes del género como Brilliant blunders: from Darwin to Eisntein, The equation that couldn’t be solved (la cual ha ejercido una fuerte influencia en el autor de estas líneas), ¿Is God a mathematician?, The acelerating universe, The Golden ratio: The history of Phi (por la cual recibió el Premio Peano y el Premio Internacional Pitágoras de libros populares sobre matemáticas), por solo citar las más notables. Ha publicado más de 400 artículos científicos, contribuyendo convincentemente en temáticas que incluyen la cosmología, las explosiones de supernovas, la naturaleza de los agujeros negros, la existencia de planetas extrasolares y el surgimiento de vida en el universo.
Galileo era también un gran comunicador de las ciencias. Estaba persuadido de que con su obra estaba marcando el comienzo de una nueva ciencia y vio su papel similar al de Martín Lutero cuando durante el proceso de Reforma tradujo la Biblia del latín al alemán vernáculo para que de esta manera la gente común pudiera consultarla por sí misma. Es por esto que sus trabajos fueron impresos en italiano en vez de hacerlo en latín como era la costumbre.
El científico toscano es sin duda una de las personalidades científicas más estudiadas de nuestra civilización. Además de ser uno de los padres fundadores de la ciencia moderna, su largo y doloroso conflicto con la Iglesia Católica lo convierte en la figura paradigmática de cualquier movimiento que pretenda reivindicar el derecho a la libertad y autonomía del pensamiento para enfrentar a los que niegan la teoría de la evolución, la existencia del cambio climático y la importancia de la ciencia en la construcción de cualquier proyecto social exitoso. Resulta por tanto llamativo que el Dr. Livio decidiera aventurarse en la empresa de escribir otra aportación a la bien poblada literatura sobre el científico toscano. El propio Livio comenta en su texto sobre esta decisión:
Quizá se pregunten por qué me sentí absolutamente obligado a escribir otro libro sobre Galileo, cuando ya existen bastantes biografías y análisis excelentes de su trabajo … Estoy convencido de que los lectores de hoy en día se sorprenderán al descubrir cuán relevante es la historia de Galileo en nuestros días. En un mundo de actitudes gubernamentales anticientíficas, con negacionistas de la ciencia en posiciones clave … la historia de Galileo sirve, en primer lugar, como un potente recordatorio de la importancia de la libertad de pensamiento.[1]
Tal vez la enseñanza más importante del proceso emprendido por la Inquisición en contra de Galileo es que se puede doblegar al creador, pero jamás a la creación científica, toda vez que esta última es reflejo de la realidad objetiva y no de dogmas confeccionados desde la soledad del poder.
La historia reciente de la Humanidad aporta ejemplos variados sobre la colisión entre doctrinas ideológicas y pensamiento científico que tuvieron saldos catastróficos:[2] una lección que debería quebrantar la soberbia de los modernos “negacionistas de la ciencia en posiciones clave” y conminarlos a tomar en serio los resultados de la ciencia y a quienes tienen la vocación de cultivarla. Retomando el ejemplo de Galileo no es ocioso comentar que la génesis de su celebérrimo conflicto con la iglesia católica fue la intención original del científico de salvar a esta institución del peligro a que se exponía al interpretar literalmente a las escrituras (como proponía la ortodoxa cúpula gobernante) en contra de la evidencia científica por él obtenida.[3]
La situación se repite 400 años después. En los últimos meses, el Centro de Control y Prevención de Enfermedades[4] (CDC por sus siglas en inglés) con sede en Druid Hills, Georgia, ha estado bajo una fuerte presión principalmente debida a los ataques del presidente D. Trump y sus más cercanos colaboradores, entre los cuales destaca D. Birx, coordinadora del Grupo de Trabajo sobre el Coronavirus de la Casa Blanca. El gobierno de los Estados Unidos silenció a científicos del CDC cuando intentaron decir verdades básicas, manipuló las publicaciones de la institución y la obligó a cambiar las directrices de control del COVID-19, permitiendo la reapertura de las escuelas y la economía, lo cual ha provocado confusión y preocupación entre los funcionarios del sistema de salud de los Estados Unidos, además de un incremento de los contagios y las muertes. Por último, se dañó de nuevo el prestigio del CDC cuando La Casa Blanca rechazó su oferta para rastrear los contactos de Trump después de su diagnóstico de COVID-19.[5]
En México el manejo de la pandemia ha tenido un derrotero muy sinuoso, caracterizado por el vacilante desempeño del funcionario federal a cargo de su contención. Como comenta L. Krauze en un trabajo muy oportuno, en los países que han manejado con éxito esta crisis sin precedente en al menos un siglo, los epidemiólogos que la gestionan no tienen otro interés más que atender la crisis. No tienen ni tiempo ni entusiasmo para pensar, por ejemplo, en aprovechar la coyuntura en aras de una carrera política que habría sido impensable antes de la visibilidad que les ha dado el virus.[6] A todo lo anterior habría que agregar los inapropiados comentarios del jefe del ejecutivo federal acerca del COVID-19 y su peculiar manera de protegerse de éste.[7]
Igualmente es reprobable el enfoque hacia la generación de energía que parece propio de los negacionistas del cambio climático de los cuales habla M. Livio en su obra. Optar por el uso del carbón y el petróleo en detrimento de un apoyo a las energías limpias es ponerse de espaldas a nuestro maltratado planeta y a las nuevas generaciones que tendrán que habitarlo.
Mención aparte debe recibir la lamentable decisión de las Cámaras de Diputados y Senadores (con mayoría del partido en el gobierno) de despojar a la comunidad científica nacional de recursos financieros a través de la extinción de 91 fideicomisos que correspondían a fondos dedicados a la investigación científica y tecnológica. El fundamento de este mandato ha sido la supuesta opacidad y corrupción en el manejo de esos fondos. Tales cargos han sido negados vehementemente por los beneficiarios de estos, quienes procuraron (sin mucho éxito) explicar a diputados y senadores el origen, la administración e importancia de esos activos fondos. La propia directora del CONACYT reconoció en su cuenta de Twitter haber recibido apoyo de esos fondos que según sus palabras sirvieron “…para apoyar proyectos de investigación y a los estudiantes y colegas que participan en ellos.”[8]
La leyenda cuenta que inmediatamente después de leer su abjuración de las ideas copernicanas, Galileo murmuró la famosa frase “y sin embargo se mueve”. La primera fuente de esta historia es una pintura supuestamente hecha entre 1643 y 1645, donde aparece Galileo en prisión frente a un esquema dibujado sobre la pared de su celda donde se observaría a la Tierra orbitando alrededor del Sol y el famoso motto en la parte inferior de la misma. Una investigación a fondo realizada por Livio arroja serias dudas sobre la autenticidad de esta obra. La primera mención en la literatura de esta célebre frase está en el tratado La librería italiana de Giuseppe Baretti publicado en la capital inglesa en 1757.
Es obvio que Galileo no habría murmurado esta frase en frente del tribunal de la Inquisición, pero no resulta improbable que lo haya hecho más adelante, toda vez que era lo que realmente pensaba. En cualquier caso, la misma ha alcanzado un significado más amplio como lo comenta Livio.[9]
Hoy la frase «y sin embargo se mueve» se ha convertido en un símbolo de desafío intelectual, lo que implica que «a pesar de lo que creas, estos son los hechos». Desafortunadamente, en una era de «hechos alternativos,”[10] parece haber cada vez más ocasiones en las que el uso de la frase es apropiado.
Parecer oportuno oponer a las actitudes gubernamentales anticientíficas de nuestros días un firme y vigoroso “y sin embargo se mueve”.
[1] M. Livio, Galileo and the science deniers, Simon & Schuster, 2020, pag. xv.
[2] https://colnal.mx/noticias/sintesis-informativa-el-caso-lysenko-una-conversacion-sobre-ciencia-e-ideologia-en-la-urss-1/, https://www.leomolenaar.nl/The Lysenko Affair (1928-1981).pdf, https://journals.openedition.org/revestudsoc/29028
[3] M. Livio, Galileo and the science deniers, Simon & Schuster, 2020, pags. 122-125.
[4] https://www.cdc.gov/
[5] Ch. Piller, Undermining CDC. Deborah Birx, President Donald Trump’s COVID-19 coordinator, helped shake the foundation of a premier public health agency, Science, 370, 6515, 23 de octubre de 2020, pags. 394-399.
[6] L. Krauze, La ambición de Lopez-Gatell, El Universal, 3 de agosto de 2020. https://www.eluniversal.com.mx/opinion/leon-krauze/la-ambicion-de-lopez-gatell-0.
[7] R. Mansilla, Teorías de la conspiración, fake news y el COVID-19, capítulo en el libro Las Ciencias Sociales y el Coronavirus, editado por COMECSO, pags. 51-52.
[8] https://www.eluniversal.com.mx/cultura/los-recuerdos-del-pasado-neoliberal-de-la-doctora-alvarez-buylla.
[9] M. Livio, Galileo and the science deniers, Simon & Schuster, 2020, pag. 199.
[10] La frase “hechos alternativos” es un comodín retórico utilizado con mucha frecuencia por funcionarios de la administración Trump para refutar sin sustento a hechos corroborados. Se invita al lector a cambiar la frase “hechos alternativos” por “yo tengo otros datos” y evaluar su pertinencia.