Ensayo Periodístico.- Federico Reyes Heroles del periódico Excélsior
Palabras de Federico Reyes Heroles a nombre de los premiados en periodismo y comunicación.
Felicito a Beatriz Pages, como lo han dicho aquí por, yo diría darle continuidad a la libertad, que se dice fácil, pero es muy difícil. Yo pertenezco a la generación que creció esperando los jueves la llegada de Siempre, ver esas fantásticas, fantásticas portadas de Carreño, los artículos de Francisco Martínez de la Vega, y bueno de tantos editorialistas, y como se dice aquí, con una pluralidad notable, y un momento en el esto no era común.
El valor de una nación no es otra cosa que el valor de los individuos que la componen. Habla John Stuart Mill, la sentencia es irrefutable, no habrá democracia sin demócratas, ni estado de derecho sin vigías de la legalidad, pero, entonces por donde comenzar. Para que un individuo sea un demócrata de cuño, troquelado en la entraña deberá haber respirado democracia, respirado en su hogar, en la escuela, en la convivencia con sus conciudadanos, deberá haber aprendido que la confrontación de ideas, de concepciones, de formas de mirar la vida es algo consustancial, inherente al ser humano, no necesitará cursos sobre tolerancia porque sabrá de origen que hay momentos en los que uno habla y expone y otros en los que calla y acepta las razones en el otro. Para ponerlo en palabras de Isaiah Berlin, un demócrata asume una ética de la derrota, si el otro tiene más y mejores argumentos seguir la esgrima verbal es un peligroso acto de vanidad que desvía el curso central de una discusión que aturde y ese aturdimiento afecta la democracia. Un demócrata calla porque sabe que construir una gran nación exige de esa ética en nuestros comportamientos cotidianos, sabe que el silencio en ocasiones es lo debido para facilitar una conversación democrática, un demócrata sabe que no hay verdades definitivas esas que pertenecen a los duros dogmatismos o a las incuestionables religiones. Callar entonces ante la duda o la franca derrota, pero nunca caer en el silencio cuando se tiene qué decir, ese es el principio inviolable, nunca ceder la plaza cuando creemos que la razón nos asiste.
Un demócrata se puede equivocar, pero no acobardar. Un demócrata es un ser terrenal que pelea en buena lid en batallas terrenales, no quiere dominar las profundidades de las creencias, esas que cada quien escoja las que quiera, las escoge si tiene la libertad para hacerlo. Un demócrata pelea porque se dé ese ambiente de libertad. Un verdadero demócrata sabe que debe ser muy condescendiente en el ir y venir de las ideas, de las propuestas, de las soluciones a nuestra convivencia, pero un demócrata es a la vez inexorablemente exigente.
Dos anclajes son fundamentales para garantizar una vida democrática: la libertad de expresión sin cortapisas y un profundo respeto a la legalidad que garantiza esas libertades precisamente. Solo en la legalidad se puede ser libre. La ley es el depósito de la sabiduría de los pueblos, curiosamente la sentencia no es de un liberal sino de un gran conservador, de Edmundo Burke. La defensa de la libertad no acepta etiquetas superficiales, la defensa de la libertad es suma de voluntades, jamás de divisiones, se busca el acuerdo no la segregación.
La historia registra muchas formas de amenazar o liquidar a las libertades desde las lapidaciones a los herejes hasta las prisiones de Stalin o el estadio nacional repleto de los perseguidos por Pinochet. Pasando por la guillotina de Robespierre, quien, por cierto, se decía el incorruptible. Pero poco se atenta contra la libertad en nuestros días, no se necesitan ni piedras, ni látigos, ni prisiones, ni la cuchilla ideada por el doctor guillotin. Las amenazas son quizá menos espectaculares, pero igual de eficaces.
Las personas viven en cuerpos acompañados por seres queridos, cosechando o sufriendo de la fama pública que cultivaron, tal la condición humana. Un ladrón con fama de serlo no tendrá de que quejarse siempre y cuando sus fechorías hayan sido comprobadas con la ley en la mano, pero que ocurre cuando desde el poder se decreta la muerte civil, por utilizar el término del siglo xix, con simples palabras, generalidades, pero también con señalamientos con nombre y apellido. Todos los conservadores son enemigos de la patria, por ejemplo. Pero quien pretende conservar libertades conquistadas, libertades que han costado mucho trabajo, jamás será un conservador, ¿quién los define como tales?, pues el propio poder, eso sin lanzar una sola piedra, solo con un poderoso micrófono que lapida reputaciones todos los días. ¿Pruebas de los dichos?, ninguna, ¿procedimientos legales?, tampoco, ¿presunción de inocencia?, qué es eso.
Si Robespierre instauró el terror en la Francia del xviii, en México se viven hoy tiempos de miedo. Miedo de los empresarios a decirle no al señor presidente, con honrosas excepciones como Gustavo De Hoyos que está aquí presente, un aplauso para Gustavo. Miedo entre los vilipendiados periodistas a que su medio sufra más recortes y con ello vengan ajustes, así los llaman a las disminuciones salariales. Miedo de los servidores públicos, las injustamente denostadas burocracias a las cuales se remueve por no ser afines a la gestión. Miedo a los órganos independientes de los que la andanada contra ellos es implacable, es definitiva, como ocurrió con la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Miedo de los usuarios de las redes sociales a ser llevados al patíbulo por militantes y bots con puras falsedades e insultos. Miedo de los científicos a ser presentados como zánganos e inútiles. Miedo de las organizaciones de la sociedad civil que atienden necesidades descuidadas por el estado, que han sido ya ultrajadas en las palabras y hoy son amenazadas con normas persecutorias. Miedo generalizado de la población a que el debate abierto y las razones sigan siendo desplazadas por los prejuicios, la ignorancia, la irracionalidad. Miedo a ser testigos de una construcción de una autocracia, mucho miedo por todas partes.
El que nada debe, nada teme, se dice con gran ligereza, pero esa aseveración solo es válida si se respeta el estado de derecho que hoy está amenazado. Que fácil se dice el que nada debe, nada teme, pero todo ser humano tiene miedo a perder la libertad, a perder el empleo, a no tener cómo sustentar a una familia.
Tener miedo es parte también de la condición humana, más aún si se vive bajo amenaza, y si a ello agregamos la avasalladora inseguridad, ¿cómo negar que vivimos en una era del miedo? Pero, en todo caso, cómo salir de aquí. Lo primero es, entonces, ventilar públicamente, que el miedo es la gran supresora de la libertad. Debemos tener claro que cediendo espacios, los que correspondan a cada quien, no se logra más que apretar la soga en el cuello. Lo segundo es, recordando a Alexis de Tocqueville, imagino gran fifí del siglo xix, que solos, es decir, cada quien por su lado, somos muy vulnerables y que estas batallas se ganan tomados del brazo como lo han hecho las madres de las estancias infantiles, los padres de los niños con cáncer, los alcaldes arrinconados en sus presupuestos de seguridad, los agricultores víctimas de la miopía, las universidades que estaban, como todos, en la mira. También, los que se opusieron a que la revocación de mandato coincidiera con las elecciones intermedias y los empresarios que en persona y en las redes sociales dan la batalla contra una normatividad fiscal hermanada con la delincuencia organizada. O el piloto, ese piloto que con respeto planteo su convicción profesional sobre Texcoco, siendo apoyado por los pasajeros. Solos no vamos a ninguna parte, unidos tenemos futuro.
Y qué decir, qué decir de los reporteros que levantan la mano para exigir respeto al oficio y resultados, hechos que no aparecen, nadie los organizó contra lo que dice la paranoia oficial, se organizaron, se organizan, reflexivo, nos seguiremos organizando.
Libertad de expresión y estado de derecho, a eso nos convoca este prestigiado premio que lleva el nombre de un ilustre tabasqueño, por eso el recordado Pepe Pagés quien atravesó los océanos para entrevistar a Calles en el exilio, igual que a Pío XII, yo creo que no eran compañeros de ruta en muchos sentidos; o al emperador Hirohito, o a Sadao Araki quien dirigió la invasión japonesa en Manchuria; también a Mussolini, y, como corresponsal de guerra nada menos que a Adolfo Hitler. Por eso José Pagés Llergo sigue vivo, nada de miedo, la audacia impulso a Pagés Llergo a la fundación de hoy, mañana y siempre. Batallas periodísticas de palabras y actitudes en libertad, publicaciones que son hoy referentes políticos y éticos de nuestro país. Dio las batallas en momentos en los cuales la libertad de expresión tampoco tenía los velámenes llenos, por eso su nombre compromete, pluralidad, constancia, arrojo, audacia para que este país, nuestro país, México siga el rumbo de las libertades.
No hay tiempo que perder, estamos bajo amenaza y a prueba. Mil gracias.
[Transcripción del video sobre las palabras de Federico Reyes Heroles a nombre de los premiados en periodismo y comunicación.]
Conoce el Premio Nacional de Comunicación José Pagés Llergo>>