La rebelión de abril: el tigre nicaragüense en la era de la información (Segunda parte)José Luis Rocha Gómez

Daniel Ortega corre de morgue en morgue para ejercer el proverbial oficio de oculta-cadáveres. Después de haber mandado apostar francotiradores que dispararon contra adolescentes desarmados, quema archivos, intimida forenses, extirpa proyectiles, barre los casquillos bajo la alfombra. Como siempre, este trabajo lo realiza por interpósitas personas.

Es la ventaja del poder y el dinero, según un personaje de En la orilla de Rafael Chirbes: “Si para algo sirve el dinero es para comprarles inocencia a tus descendientes. (…) El dinero tiene, entre otras infinitas virtudes, una calidad detergente. (…) Te concede esas manos impolutas que emergen de los blancos puños almidonados de la camisa. Y ya no eres tú el que merodea en la noche. Te permites contratar a peones y criados que atrapen, degüellen y despellejen…” (Chirbes 2014: 79, 80-81).

Con el trabajo de sus peones y criados, Ortega se prepara para cambiar la historia. Como el doctor Francia de Paraguay en Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos, tiene fe y exclama “Qué es la fe sino creer en cosas de ninguna verosimilitud.” Rosario Murillo se rasga las vestiduras porque los opositores han llegado al colmo de la profanación: inventan muertos. Y hablan de 40, 50, 60 asesinados. No les bastan dos o tres.

A las manifestaciones de la oposición, Ortega y Murillo respondieron con una concentración de empleados públicos en la Plaza de las Victorias el lunes 30 de abril. Sólo con los empleados del gobierno central deberían haber sido capaces de colocar más de 100 mil. Eran mucho menos, a pesar de ser voluntarios llevados con mecate y amenazados con el despido. Duelo de marchas. A ver quién pone más gente en las calles. El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y sus oponentes se atacan a punta de marchazos. El que pierda el maratón de las marchas, ¿se marcha?

Despojado de las canciones que lo precedieron y sucedieron, el acto en Plaza de las Victorias (que no es plaza, sino intersección de calles) fue significativamente breve y transmitió los mismos mensajes. La novedad fue exhibir a la derecha de Ortega a Víctor Tirado López, intachable miembro de la histórica Dirección Nacional del FSLN, ahora con alzhéimer. Como una especie de Rip van Winkle al que hubieran despertado de un prolongado letargo y al que quizás le hicieron creer que celebraban el 19 de julio en 1985, el viejo comandante no hizo más que mesarse compulsivamente la encanecida barba y lanzar unas frases descoyuntadas que acaso buscaban entre las brumas de la memoria evocar o aferrarse a un pasado que ahora el FSLN deshonra.

 

El diálogo nacional

Esas son las acciones del FSLN que preceden al diálogo nacional al que invitan los obispos católicos. En medio del vacío de voces fidedignas, el episcopado emerge como el principal actor político. El rechazo a los políticos de carrera ha sido tácito pero contundente. Con la excepción del FSLN, los partidos políticos no han sido convocados a un diálogo que corre el riesgo de no concretarse o de convertirse en dos, tres, cuatro, veinte monólogos. ¿Por qué? Porque los actores principales tienen intereses muy diversos y dos de ellos están fragmentados en su interior. Repasemos a los tres que destacan por su fuerza: fuerza económica, fuerza moral y fuerza de movilización.

La fuerza económica, el Consejo Superior de la Empresa Privada en Nicaragua (COSEP), optó durante 11 años por retozar entre las ruinas de la institucionalidad de Nicaragua, codo a codo y de manito sudada, con los altos funcionarios del gobierno de Ortega. El pacto fiscal que las élites centroamericanas han obtenido de los gobiernos de izquierda y de derecha las ha unido en un mágico beso donde esas princesas han transformado en príncipes azules a sapos de cualquier ralea, estatura política y catadura ideológica: Otto Pérez Molina y Jimmy Morales, Porfirio Lobo Sosa y Juan Orlando Hernández, Antonio Saca y Mauricio Funes, Arnoldo Alemán y Daniel Ortega. De todos ellos las élites consiguieron que sus deseos fueran órdenes y a todos los apoyaron con decidida, aunque desigual intensidad. Pero el empresariado nicaragüense aun fue más allá: en plena borrachera por el canal interoceánico, sus paseos codo a codo los llevaron a las calles de Beijing, con boletos aéreos, hoteles y opíparos banquetes pagados por el ejecutivo.

Su vocero es la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (FUNIDES), una fundación cuyo abultado ejército de directores, propietarios, suplentes y honorarios, 24 en total, es el resultado de un melting pot de las élites de todos los colores políticos y épocas, somocistas y ex somocistas, ex sandinistas y conservadores, con una endogámica pero comprensible repetición de apellidos. El COSEP y FUNIDES nunca pretendieron que las luchas actuales fueran más allá de la revocación del decreto de reforma de la seguridad social, es decir, de un retorno al porcentaje de cotización anterior. Sólo cuando era políticamente infame callar al respecto pusieron sobre la mesa un argumento altruista: indignación por los jóvenes vapuleados y asesinados. Todavía no han emitido una palabra de compasión por los ancianos jubilados, por la soberanía que el proyecto canalero conculcó o por las elecciones que el FSLN una y otra vez robó. Su centelleante lema: All is about money. Cuando estábamos en los polvos de los que vinieron estos convulsos lodos, lo más próximos que estuvieron los empresarios de un altruismo primitivo fue un señalamiento que reflejó su aristocrática idea de la economía: elevar las cotizaciones de los empleadores es “sacar dinero de la economía”. A buen entendedor: todo el dinero que sale de los bolsillos de la empresa privada (sea que ingrese al Estado, sea que después se pague a nuevos jubilados), abandona la economía, el ámbito que sólo las empresas controlan.

De estas mezquinas declaraciones y de otras señales inequívocas podemos inferir que a lo largo del diálogo el COSEP concentrará sus esfuerzos en retornar lo antes posible a la pax sandinista o a lo que más se le asemeje. Los días de conflicto son dólares que se van para no volver. Los empresarios ya obtuvieron una victoria que compraron en la sección de remates. Un FSLN en liquidación puso en oferta el punto medular antes de llegar a la mesa de negociación. El COSEP sólo podría interesarse en llegar más a fondo, y presionar incluso con un paro general en caso de ser necesario, si la Embajada por antonomasia le señalara esa ruta. No es un escenario improbable. Podría presentarse si el Departamento de Estado empieza a considerar a Nicaragua como proyecto piloto o como un intento de producir un efecto dominó que impacte a Venezuela.

 

La iglesia católica

Como fuerza moral la iglesia católica se erigió en el gran personaje de este drama a través de las decididas acusaciones que el obispo auxiliar de Managua Monseñor Silvio Báez lanzó sobre el gobierno. Y selló su ascenso a un rol estelar con la convocatoria al diálogo nacional y a una torrencial marcha, la más concurrida de todas hasta la fecha, que tuvo lugar el sábado 28 de abril. A todas luces, aunque preñada de símbolos religiosos, fue una procesión política. Y por esa misma razón fue un mentís al matrimonio FSLN-catolicismo que Ortega ha procurado sugerir mediante la reiterada aparición del ex arzobispo de Managua Miguel Obando y Bravo, su cardenal de bolsillo, en los más solemnes actos oficiales. A partir de ahora, decenas de miles expresaron que el catolicismo se desmarca del orteguismo. En algunas oficinas del Estado los funcionarios ahora sintonizan, a decibelios reñidos con la prudencia la misa en catedral, y otras ceremonias donde se menciona a los asesinados y se compara a las madres que perdieron hijos con la virgen María, como una velada forma de protesta e identificación tácita con los opositores, con los caídos, con los humillados y las ofendidas.

No se dijo, pero se hizo así: la iglesia católica convocó a rezar un rosario contra la Rosario. Fue como si la polisemia de ese nombre tuviera la propiedad de conectar y exorcizar. La jerarquía católica recuperó a la Purísima que había sido secuestrada por el régimen orteguista por medio de los exóticos rezadores que eventualmente colocaba en rotondas y las griterías que ejecutaban un multitudinario clientelismo confesional. La virgen María continuamente mencionada y el rosario que se rezó en la Catedral al culminar la marcha, símbolo y rito inequívocamente católicos, excluyeron de entrada la apertura ecuménica que hubiera sido más representativa de un país con un alto porcentaje de ciudadanos evangélicos. También es cierto que los líderes evangélicos más prominentes se han mantenido al margen, una forma de autoexclusión de este proceso. Bulliciosos en los barrios y comarcas, silenciosos en la arena nacional. El pastor de Hosanna, la megaiglesia neo pentecostal más grande y opulenta de Nicaragua, en su alocución del domingo 29 de mayo dejó clara su resistencia a lanzar un polo a tierra cuando emitió la que fue su declaración presuntamente más beligerante: “Hay que pedir la intervención directa de Dios.”

En ese contexto, la iglesia católica, aprovechando la ventaja de una estructura piramidal de la que carece la miríada de denominaciones evangélicas, emerge como el principal interlocutor con institucionalidad sólida. Pero la Conferencia Episcopal, su cabeza visible, no presenta un frente único. La dos posiciones más evidentes son la de un tibio y a veces complaciente Arzobispo Leopoldo Brenes y la de su obispo auxiliar abiertamente anti-orteguista Silvio Báez. No sabemos si se impondrá el poder jerárquico y amigo de componendas de Brenes o el don de la palabra y reclamo de justicia de Báez. A estas posiciones hay que sumarles la diversidad que añade un clero que incluye sandinistas, timoratos, apolíticos y aquellos que tienen cola que le pisen y cuyos expedientes palpitan de tropezones sexuales y dineros mal habidos en los archivos que generan las redes de espionaje del orteguismo.

La lista de los convocados es la primera señal ominosa: contiene, disfrazados de sociedad civil y de sindicalistas independientes, a elementos no sólo serviles sino también asalariados del régimen de Ortega. ¿Por qué desperdiciar esas sillas que debieron adjudicar a opositores? La Conferencia Episcopal ni siquiera ha explicitado los criterios para la confección de una lista que no deja de crecer.

 

Los estudiantes

La fuerza movilizadora de los estudiantes es el corazón del tigre que aterró al orteguismo durante una semana. El tigre sigue inquieto y amenaza con volver a las calles si no renuncian Ortega y Murillo. Pero esa es sólo una de sus posiciones. El tigre no tiene una cabeza visible. Esa es una debilidad, aunque también una fortaleza porque le priva al orteguismo de la oportunidad de abatirlo de un mazazo. Las redes sociales le resuelven el problema de la comunicación y le abrieron incluso el chance de actuar con la simultaneidad que solía ser típico de los movimientos sociales bien articulados, pero no resuelve los vacíos de representatividad y organicidad. Es posible que las redes sociales sigan supliendo este vacío mediante la acelerada construcción de sentido común en cuestión de minutos. Pero esa construcción puede no ser operativa en una mesa de negociaciones, donde el FSLN buscará cómo empantanar las pláticas y marear al tigre.

El tigre podría desesperarse y retornar a jugarse el pellejo a las calles, cuyo monopolio arrebató al orteguismo, pero donde éste tiene capacidad de seguir enfrentándolo con aquel grupo que Marx llamaba lumpen proletariado, fuerza que constituyó en el París del siglo XIX el grupo de choque de Luis Napoleón Bonaparte contra las masas revolucionarias. Tendríamos así una modalidad de lucha de clases: el estudiantado (económicamente diverso, pero con hábitos y aspiraciones de estratos medios), versus los muchachos de los barrios marginales que no tienen acceso a la educación superior y que ven en los universitarios a un grupo privilegiado y en un ascenso social que a ellos se les niega. Este enfrentamiento se debe evitar a toda costa.

 

¿Qué pedirle a los actores?

El COSEP y la iglesia deben llegar a fondo y no quedarse en medias tintas. Justicia incondicional. Paro nacional, si es preciso. Llegó la hora de olvidarse de la bolsa y dejar de ser arrastrados por el pundonor. El COSEP tiene que decidir si la estabilidad que ansía la puede conseguir mediante el continuismo de su romance con el FSLN o mediante la ruptura del mismo y su decidido apoyo a quienes luchan por defenestrarlo. Su fuerza económica puede amedrentar no sólo al gobierno, sino sobre todo al ejército, que cuida sus intereses corporativos y será, en última instancia, el principal bastión donde se juegue la continuidad o la derrota.

Báez debe seguir llevando la voz cantante, por mucho que su visible gozo al ser blanco de las cámaras irrite la epidermis ególatra de otros líderes religiosos y no religiosos. Pero tiene que atreverse a jugar más fuerte. Pedir con mesura es una burla a las vidas perdidas. Su fuerza moral debe abrevar en el pozo de esa sangre derramada. De ahí obtendrá más fuerza. La intolerancia de la barbarie cometida debe ser nuestro sello nacional y la iglesia católica tiene una tradición martiriológica que le permite extraer esperanza del sacrificio.

El tigre necesita organicidad y liderazgo. Uno novedoso y rotativo, de donde no emerja el nuevo Daniel Ortega o Jasser Martínez. En suma, necesita creatividad para no dejarse provocar, para construir un liderazgo no caudillista y para innovar con otras formas de luchas, dejando a un lado la guerra de marchazos, pero sin abandonar las calles que con tanto coraje recuperó para el derecho a disentir. Si se enfrasca en luchas intestinas y se ahoga en los protagonismos individuales, perderá lo que ha sido hasta el momento su fuerte: su ubicuidad, su construcción rizomática de sentido común en cuestión de minutos, su capacidad de sintetizar desde la lógica de la diferencia hacia la lógica de la equivalencia. Debe seguir explotando las virtudes del espacio virtual para mantener el físico, en lugar de permitir que las mezquindades que surgen en el aterrizaje local paralicen la ingravidez y facundia que ha mostrado en el ámbito digital.

La dispersión de energías y la falta de organicidad de quienes protestan no permiten vaticinar el derrotero de esta lucha. Intentando desmarcarse de la propuesta del COSEP, que hace una semana se tenía por bien pagado con la derogación de las reformas en seguridad social, un grupo de estudiantes universitarios dieron a conocer un pliego de peticiones donde reclaman una mesa de diálogo amplia que no se reduzca al COSEP, anular la reforma, investigación de los asesinatos, destitución inmediata de todos los alcaldes, otros funcionarios públicos y jefes de la policía que protegieron a los vándalos en contra de los estudiantes, restablecimiento de la libertad de expresión y la señal de los medios censurados, libertad de los encarcelados por manifestarse, independencia de los poderes del Estado, investigación del enriquecimiento ilícito de los funcionarios públicos y devolución de lo robado, renuncia inmediata de Daniel Ortega y todo su gabinete, y convocar a elecciones libres.

Hay que volver a esta propuesta e incluso ampliarla. Si pasamos revista a los múltiples expolios que padece Centroamérica, veremos que la flexibilidad laboral, el extractivismo, la hipoteca de la soberanía alimentaria y otros agravios le son comunes a todos los países del istmo. No están ligados únicamente al FSLN. Esa situación es la que hace que las más de 40 muertes corran el riesgo de ser anécdota, una nota el pie de página en una historia que conservará las líneas generales de un guion donde, ojalá no lo descubramos más tarde, el FSLN era un actor importante pero contingente. Por eso el tigre debe ser más exigente. Y caso de no quedar satisfecho, seguir al ataque o al acecho, listo para saltar hacia el pasado y caer en el futuro.

 

Referencias

Chirbes, Rafael. 2014. En la orilla. Barcelona: Anagrama, , 2014, pp.79 y 80-81.

José Luis Rocha Gómez

Doctor en sociología por la Philipps Universität de Marburg. Investigador de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, del Brooks World Poverty Institute de la Universidad de Manchester y de la revista Envío. Miembro de los consejos editoriales de las revistas Envío, Encuentro y del Anuario de Estudios Centroamericanos de la Universidad de Costa Rica. Se ha especializado en violencia, migración y análisis político. Cofundador del Servicio Jesuita para Migrantes de Centroamérica en 2004, coordinó sus investigaciones regionales y dirigió la oficina en Nicaragua entre 2004 y 2012.

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