Algunos movimientos políticos y sociales pueden perdurar durante décadas fluctuando entre periodos de auge y declive, e incluso pueden reaparecer tras un periodo en el que se mantuvieron en un estado de “suspensión” (abeyance), durante el que las redes de activistas mantienen viva la identidad colectiva del movimiento en medio de un contexto político desfavorable (Taylor, 1989).
En estos casos y a veces a lo largo de décadas, los movimientos permanecen pero a la vez se renuevan, como afirma Whittier (1997). Esto es, en la interacción con contextos políticos y estructuras de oportunidad cambiantes, los movimientos de larga duración pueden modificar sus repertorios de acción, estrategias, marcos de interpretación o formas de organización. Este tipo de procesos fueron ya del interés de los clásicos, incluyendo el análisis seminal de Michels (1983) sobre la evolución de la socialdemocracia alemana, cuyas conclusiones (formalización–burocratización–sustitución de objetivos originales–tendencia al conservadurismo)[1] marcaron de forma permanente el debate sobre los procesos de cambio en los movimientos sociales. Continuar leyendo…