Este artículo resume el argumento central del libro “El cambio nunca es lineal. Movimientos sociales en tiempos polarizados” disponible en acceso libre en https://libreria.clacso.org/
Entender los movimientos sociales contemporáneos y sus roles, requiere renunciar a las ilusiones de una relación lineal y sencilla entre crisis y cambio social, así como entre la acción de los movimientos sociales, el cambio político y el cambio social. Conviene matizar, tanto los entusiasmos de quienes anuncian un cambio radical de la sociedad tan pronto surgen movimientos, como el pesimismo de los que reducen los estallidos a una ilusión colectiva de una parte minoritaria de un pueblo.
Cada vez que surge un movimiento multitudinario, los actores tienen la esperanza de que significa un cambio radical y algunos intelectuales proclaman el fin del modelo, sea económico, social o político. El regreso de los regímenes autoritarios después de las revoluciones árabes o los éxitos de la extrema derecha después de los estallidos en Brasil en 2013 o en Chile en 2019, acabaron con las ilusiones de un cambio rápido. El sobreoptimismo y las olas de desilusiones que se le atribuyen a los movimientos sociales contemporáneos, surgen de una concepción de los movimientos y del cambio social marcados por sesgos analíticos que se requiere develar para abrir otra perspectiva sobre los actores y movimientos sociales de nuestros tiempos.
La relación entre los movimientos sociales, el cambio político y el cambio social es más compleja. El cambio social nunca es lineal. Ocurre por avances y retrocesos. Se produce por caminos complejos que pasan por la euforia de compartir su indignación, sus sueños y su solidaridad con miles de personas en una plaza ocupada, y por las desilusiones de procesos electorales que rara vez reflejan la profundidad del cambio social y cultural impulsado por movimientos sociales.
Entender los movimientos contemporáneos y sus impactos en el cambio social requiere extender la perspectiva, por lo menos, de dos lados: considerar los movimientos sociales más allá de su relación a la política institucional y prestar más atención a la vida cotidiana, así como a los cambios culturales y a las subjetividades individuales y colectivas.
El estallido de 2019 en Chile ha dejado huellas en distintos ámbitos de la vida en el país. Su legado no se puede resumir a un proceso constituyente fallido ni a las turbulencias de política institucional. También ha generado cambios paulatinos a partir de los encuentros que tuvieron lugar durante el estallido y que siguen sacudiendo la identidad y la sociedad chilenas. Si bien no se han traducidos directamente los ideales del movimiento en la política y la constitución, el impacto del estallido es profundo. Sacudió la sociedad y la política chilena, y permitió que comenzara un periodo de intensa actividad de consultas, debates y discusiones sobre todos los ámbitos de la vida colectiva.
De la crisis salvadora a la batalla para su interpretación
La idea de la crisis salvadora es profundamente anclada en concepciones del cambio social compartidas por muchos intelectuales y activistas. Ya en el siglo XIX, una parte de los marxistas ponía su esperanza en las crisis del capitalismo, considerando que su profundización iba a llevar al quiebre del sistema, a un mundo más justo y a la liberación del proletariado. En nuestra época, numerosos intelectuales predecían que la pandemia de COVID-19 iba a producir un mundo menos desigual, más justo y, de repente, más ecológico. Algunos llegaron a considerar que iba a transformar las sociedades con tal magnitud que indicaría el verdadero inicio del siglo XXI. Otros veían el inicio de un nuevo comunismo.
A partir de crisis de distintas naturaleza y alcances (la crisis financiera que inició en 2007, la crisis democrática en Brasil y Chile, o la pandemia), los capítulos de este libro apuntan a una relación mucho más compleja entre crisis y cambio social. Por amplia y profunda que sea, una crisis no generará por sí misma un cambio social. Este depende de la capacidad de los actores sociales para poner en relieve las interrogantes que suscita la situación histórica y hacer avanzar visiones políticas y racionalidades económicas alternativas. No existe un camino sencillo que conduzca de una crisis a un mundo mejor, más ecológico y menos desigual. Entender las vías del cambio social requiere analizar en profundidad la batalla que dan actores sociales diversos por imponer un significado de la crisis y, a partir de ahí, contribuir a forjar el mundo que emergerá de ella.
Movimientos progresistas, reaccionarios y desde arriba
Si los movimientos sociales transforman su sociedad, se trata tanto de los movimientos orientados hacia la emancipación como de los movimientos reaccionarios y de los actores que defienden la visión económica dominante, y que se pueden analizar como un “movimiento social para un capitalismo global”. Todos estos actores implementan estrategias para influir en las decisiones políticas. En la última década, los actores y movimientos reaccionarios ganaron un ímpetu en América Latina, como en todas las regiones del mundo, tanto en la política institucional como en las calles y los debates públicos. La rebeldía se ha vuelto —también— de derecha.
Uno de los mayores éxitos de las redes y think tanks ultraliberales en Brasil fue la reinterpretación de las movilizaciones masivas de junio y julio 2013 como un movimiento en contra del Partido de los Trabajadores y con un fuerte componente reaccionario. Otro elemento clave en Brasil, como en la mayor parte de los países del continente, es el impacto político, social y cultural de los actores religiosos reaccionarios. Pone de relieve la importancia de comprender mejor la capacidad de los actores religiosos conservadores para contrarrestar a los actores progresistas y llevar a cabo estrategias a largo plazo en arenas políticas, sociales y culturales y para producir subjetividades movidas por una cosmovisión y un fuerte compromiso social y político.