Este domingo 19 de junio, más de 11 millones de colombianas y colombianos votaron por un cambio histórico para Colombia: eligieron al candidato progresista Gustavo Petro como presidente, y a la abogada y activista social Francia Márquez, como su fórmula vicepresidencial. ¿Por qué este triunfo es simbólicamente tan importante? ¿Cómo fue posible este cambio por primera vez en la historia de Colombia? ¿Qué desafíos se vienen para el gobierno electo?
Un triunfo muy significativo
A pesar de la tendencia latinoamericana de las últimas décadas de elegir presidentes de corte progresista, Colombia está eligiendo por primera vez en su historia un gobierno de izquierda. Después del triunfo de Petro, podía escucharse en las calles frases como “no pensé que pudiera estar vivo/a para ver esto”, “ojalá mis papás estuvieran vivos para haber vivido este momento”. Por supuesto se escuchaban también frases como “Colombia está de luto”, pues hay que recordar que se trató de un resultado electoral muy reñido, en el que Petro sacó apenas tres puntos porcentuales por encima de su contendiente, el ingeniero Rodolfo Hernández. Esto muestra el grado de polarización actual en la sociedad colombiana.
Sin embargo, el hecho de que la izquierda haya obtenido la presidencia es un buen síntoma para la democracia. Habla de la capacidad de la alternancia política y pone en el escenario a muchos grupos sociales que han sido históricamente excluidos e ignorados por las élites políticas y económicas (poblaciones campesinas, indígenas, afro, líderes ambientales, diversidades sexuales, entre otros). Ejemplo de ello es la imagen de cientos de indígenas del Cauca (una de las regiones más golpeadas por la violencia y la desigualdad), saliendo a votar masivamente por lo que consideran un verdadero cambio.[1]
Adicionalmente, el hecho de que hoy sea presidente electo una persona que algún día perteneció a una guerrilla, y que hace más de 30 años decidió desmovilizarse para optar por la institucionalidad, es la mejor muestra de que los acuerdos de paz recogen buenos frutos y que vale la pena velar por que se cumplan a cabalidad. Así lo dijo el mismo Petro en su discurso al recibir los resultados electorales: “La paz es que alguien como yo pueda ser presidente.”[2]
Finalmente, este triunfo revela el cansancio de la sociedad con los partidos tradicionales y su rechazo por el establecimiento, pues los dos candidatos que llegaron a segunda vuelta no son herederos de las formas tradicionales de hacer política, ni representan a los caciques políticos de siempre. El mensaje, en ese sentido, fue unánime por parte de los votantes. Esta ruptura incluye también un llamado de atención para el uribismo, esa fuerza política que comenzó en 2002 con la elección presidencial de Álvaro Uribe y que alcanzó niveles muy altos de respaldo popular en su momento, pero que hoy agoniza después de que el presidente saliente se encargara de destruirlo con los resultados de su administración.
¿Cómo pasó lo impensable?
Vale la pena preguntarse entonces cómo fue posible que llegara una figura como Petro a la presidencia en un país tan conservador y en medio de una campaña electoral de tanto odio. En este texto podría enunciar tres posibles razones: La primera es la presencia de Francia Márquez como su coequipera. La fuerza electoral de Márquez quedó demostrada en la consulta interna del Pacto Histórico (fuerza política que agrupó a gran parte de la izquierda) para elegir candidata/o presidencial, donde obtuvo más de setecientos mil votos.
La figura de Francia Márquez es la de la mujer negra, trabajadora que ha sido explotada, pero que no se ha dejado vencer ni callar por el miedo, sino que ha usado ese dolor para crear vida. Hoy en día es una de las activistas más reconocidas a nivel mundial y terminó con méritos su carrera como abogada. Está en contacto con las bases territoriales del país y las víctimas del conflicto, las poblaciones campesinas, indígenas y negras; una buena parte de las mujeres y las y los jóvenes se sienten identificadas/os con ella. En redes sociales era común ver que el voto era “por Francia” y no por Petro, lo que demuestra que se cumplió el propósito de convertirla en el bastión moral de la campaña, y desviar la atención, sobre todo de las últimas semanas, sobre ella y no sobre Petro, quien estuvo opacado por varios escándalos políticos y personales.
La segunda razón que puede explicar el triunfo del domingo fue la estrategia de Petro de aliarse con políticos más tradicionales como Roy Barreras y Armando Benedetti, quienes movieron sus maquinarias en favor del Pacto Histórico. Y es que a pesar del desgaste institucional de los partidos tradicionales, hay formas de hacer política que persisten y de las cuales echó mano el hoy presidente electo. Algunas personas le reclaman esto, por considerarlo inmoral, pero de algún modo, también revela el aprendizaje político de Petro para saber que no se puede gobernar sin alianzas, y que en el futuro inmediato es posible que tenga que negociar con todos los bandos para generar gobernabilidad. Esto es posiblemente una lección aprendida en su paso por la Alcaldía de Bogotá, en la que no pudo alcanzar muchos de sus objetivos por tener fama de “testarudo”.
La última razón es que, para la segunda vuelta, Petro tuvo que enfrentarse a Rodolfo Hernández, un completo desconocido a nivel nacional cuya única experiencia política habían sido la Alcaldía y el Consejo de Bucaramanga (ciudad intermedia), y cuyas excentricidades lo hicieron ser llamado “el Trump colombiano” por algunos medios de comunicación internacionales. Es probable que con los resultados de la primera vuelta, algunos petristas se asustaran al ver la alta votación de Hernández. Sin embargo, con el paso de las semanas, la ausencia del candidato Hernández a los debates, la falta de ideas concretas sobre temas trascendentales como el modelo económico o el rol de la mujer en la política lo desprestigiaron y le permitieron a Petro conquistar algunos votos del centro político que había estado indeciso; lo anterior lo logró mostrándose en su campaña para segunda vuelta como la figura institucional; ya no como el outsider, sino como aquel que sería capaz de mantener el equilibrio de las fuerzas, mientras que su opositor significaba un salto al vacío.
Hacia adelante: un camino complejo
A pesar de la euforia y la esperanza que se ha producido en Colombia es importante reconocer que la tarea que se viene es muy compleja. Petro recibe un país dividido en dos: una mitad que lo considera un sueño histórico cumplido, otra mitad que lo considera una pesadilla, la peor de todas. Lejos de ser alguna de las dos cosas, el presidente electo es una persona que va a necesitar de muchos equipos, de muchas fuerzas políticas, sociales y económicas para gobernar. En ese sentido, es posible identificar, al menos, tres tipos de tensiones:
a) Tensiones políticas: en la medida en que se trata de un país gobernado históricamente por las fuerzas conservadoras de la derecha, Petro se encontrará con mucha resistencia frente a las reformas que se proponen en salud, pensiones, en materia agraria, entre otros temas. A pesar de que cuenta con una fuerza legislativa importante (más de 20 senadores), necesitará de una estrategia política que le permita crear puentes con figuras clave en el control territorial del país, y que históricamente han sido enemigos de la izquierda. Esto implicará, como lo asegura la revista Cambio, decepcionar a muchos electores que esperan coherencia ideológica del nuevo presidente.[3]
En lo que puede haber una sorpresa favorable (sobre todo, para aquella parte del país que lo considera el demonio), es en el hecho de que las diferencias políticas posiblemente serán tramitadas a través de las vías democráticas, pues lejos de romper con las reglas, Petro ha usado en toda su carrera política el derecho y la Constitución como herramienta. De hecho, su acto de desmovilización es un acto de fe en la institucionalidad, por lo que no se trata de un político disruptivo.
b) Tensiones económicas: En este aspecto, su propuesta de transición hacia modelos de producción sustentables es la que más temor ha producido, sobre todo en el sector empresarial. En la práctica, es posible que comiencen cambios importantes, pero que parecerán pálidos con respecto a las promesas de campaña, pues un cambio de modelo económico implica un tiempo que excede por mucho los cuatro años de su gobierno. Adicionalmente, el aumento del gasto social que se pretende, implicará el reajuste en otros rubros, lo que producirá mucha resistencia en distintos sectores. La ventaja es que Petro tiene experiencia en estos temas, no solo como economista, sino como senador de la República, y durante su campaña tuvo acercamientos muy positivos con gremios económicos nacionales e internacionales, lo que se refleja en el mensaje de apoyo de ciertos gremios después de su triunfo.[4] El tiempo nos mostrará entonces qué sectores terminarán sacrificándose más en medio de la implementación del nuevo modelo económico.
c) Tensiones con las fuerzas armadas: Finalmente, Petro se enfrenta a un enorme desafío como comandante general de las fuerzas armadas. En un país como Colombia, donde la guerra interna ha sido tan prolongada, el rol del Ejército y la Policía es crucial para comprender las dinámicas de poder. El presidente electo cuenta con un pasado imperdonable para muchos militares y policías y uno de los mayores retos estará entonces en ganarse la legitimidad ante este sector que, a pesar de no participar formalmente en política, ha mostrado su adhesión casi absoluta al proyecto uribista de “mano dura”. Si esa legitimidad no se logra, la gobernabilidad se hace imposible, pues en temas como las posibles negociaciones con la guerrilla del ELN, o la reforma al estatuto de seguridad se necesita de manera obligada contar con el respaldo de estas fuerzas armadas.
Conclusión
Como puede verse, tanto las esperanzas como los desafíos son de grandes magnitudes con la llegada de la izquierda a la Presidencia. En ese sentido, es muy pertinente la frase del famoso periodista Daniel Coronell en su texto para la revista Cambio: “No existe forma de salir airoso de esos desafíos sin decepcionar un poco a quienes lo eligieron y sin tranquilizar bastante a quienes lo detestan.”[5]
Sin embargo, lo que se vivió el domingo no había pasado nunca en la historia de Colombia, y esta posibilidad abierta ya es, en sí misma, una transformación muy poderosa. Termino entonces con la frase de Pepe Mujica cuando le preguntaron por las elecciones en Colombia: “[…] gane el que gane, ningún presidente es Dios, el pueblo y la gente que lo vote tiene que poner el hombro, esta es una responsabilidad colectiva, no le echen la carga solo al que gana porque no son los jefes los que cambian la historia, los que cambian la historia son los de la fila india, el pueblo anónimo cuando entra a una canaleta y pone el hombro; si una parte importante del pueblo no pone el hombro, no hay gobierno que pueda hacer un carajo.”[6]
[1] https://elpais.com/america-colombia/elecciones-presidenciales/2022-06-16/una-minga-indigena-recorre-las-calles-en-busca-del-voto-por-petro.html
[2] https://cambiocolombia.com/articulo/poder/el-comienzo-o-el-fin
[3] https://cambiocolombia.com/articulo/poder/el-comienzo-o-el-fin
[4] https://www.elcolombiano.com/colombia/los-empresarios-reaccionaron-a-la-eleccion-de-petro-que-dijo-el-presidente-de-la-andi-BK17842641
[5] https://cambiocolombia.com/articulo/poder/el-comienzo-o-el-fin
[6] https://cambiocolombia.com/articulo/poder/gane-quien-gane-ningun-presidente-es-dios-la-gente-tiene-que-poner-el-hombro-pepe