En las protestas y los movimientos sociales se encuentra presente un elemento poco atendido por la teoría de la acción colectiva (2012; 2016a; 2016b) sobre el que algunos pensadores de cuna marxista han profundizado. Se trata de un sentimiento recurrente que los actores movilizados expresan: agravio moral.
La cultura y la moral imperantes en la sociedad permean la vida cotidiana de quienes se involucran en la acción colectiva. En la cultura y la moral radica el conjunto de valores y valoraciones que se despliegan, se enfrentan y se hacen valer la confrontación política. Estas dimensiones nos colocan en un plano inmaterial y humano que refiere a las valoraciones, muchas veces antagónicas, sobre lo que una parte de la comunidad considera justo, legítimo, deseable o posible, frente a las valoraciones que otra parte tiene en relación con los mismos temas. Estas diferencias no son una simple cuestión de matices, de diversidad de opinión o de percepción de la realidad, sino que, por el contrario, conllevan al enfrentamiento en los ámbitos de la cultura, la moral y los valores. Estos se encuentran anclados en y constituidos por la posición relacional que ocupan los sujetos en las estructuras materiales, las relaciones de producción y los espacios de toma de decisión y de negociación política en la sociedad.
En estas valoraciones sobre lo justo y lo injusto radica el sentimiento de agravio moral, dimensión humana que si bien no conduce de manera inmediata a la acción colectiva, a su sostenimiento ni, menos aún, su derivación en movimiento social, sí aparece como argumento de los sujetos movilizados para explicar los motivos y las razones de su protesta, con el cual cuestionan el orden imperante, defienden sus valoraciones sobre lo que consideran justo, legítimo y posible y exigen la restitución del daño al que se sienten sometidos. En el ambiente en el que surgen los movimientos sociales impera un orden de dominación que, para ser tal y ejercerse a cabalidad, debe ser legitimado por los dominados que aceptan y asumen su posición subalterna como parte de la naturaleza de las cosas, lo cual les permite soportarlo sin oposición aparente la mayor parte del tiempo.
Adolfo Gilly (1999) ha señalado que el agravio moral “resulta cuando alguien rompe, en perjuicio de otro, las reglas establecidas de relación, negociación y solución de diferendos dentro de una comunidad para imponer de hecho el propio parecer”. A lo anterior agregaría que se basa en el atropello de las reglas sociales y de las valoraciones que buena parte de la sociedad hace contra lo que otra parte considera justo o injusto, legítimo o ilegítimo, posible o imposible a partir de reglas y principios morales, no solamente económicos o políticos, aunque estos se encuentren íntimamente relacionados.
“Es evidente que las reglas sociales y su violación son componentes fundamentales del agravio moral y del sentimiento de injusticia. En su sentido más esencial, es coraje hacia la injusticia lo que uno siente cuando otra persona viola una regla social”, dice Barrington Moore (2007: 18). Coraje, rabia, indignación son los sentimientos que resultan del agravio y que nos pueden ayudar a comprender los motivos que llevan a la acción colectiva, a la protesta, a la revuelta. “En muchos movimientos sociales, los actos de coraje desmesurado, aunque parezcan ridículos, son esenciales. Esto es cierto especialmente en el caso de los movimientos sociales más radicales, y no puede ser explicado simplemente en términos de los resultados que los actores esperan obtener”, agrega en el mismo tono Craig Calhoun (1999: 77)
El sentimiento de agravio moral está íntimamente relacionado con los valores y las valoraciones que se aprenden, se incorporan, pero sobre todo, se sienten y se viven única y profundamente a partir de la experiencia humana, ámbito de la vida retomado por el historiador Edward Palmer Thompson (1981) con el fin de comprender lo que la teoría marxista no había contemplado hasta entonces: la conciencia afectiva y moral de los sujetos, esto es, la manera en que los hombres y las mujeres experimentan en su vida cotidiana la posición que ocupan en las relaciones de producción con base en las coordenadas de su conciencia, de su cultura, de su moral y de sus sentimientos para posteriormente actuar sobre su propia situación, la mayor parte del tiempo dándole continuidad a sus circunstancias materiales y significativas, pero otras veces, de forma atípica, aunque no inesperada, cuestionando y subvirtiendo el orden de la dominación y el lugar que ocupan en dicha relación.
Siguiendo a Thompson, esto significa que los valores vividos y sentidos son igualmente necesarios para la vida en sociedad que las ideas, los proyectos y las necesidades, ya que son aprendidos en el seno de la familia, el trabajo y la comunidad de pertenencia y, por lo mismo, son igualmente ámbito de contradicciones, elecciones y disputas para los sujetos que los experimentan.
En consecuencia, si los valores vividos y sentidos en la experiencia humana son igualmente importantes que las ideas, los proyectos y las necesidades, es posible comprender por qué los actores movilizados apelan a su propia moralidad con el fin de darle sentido y explicar(se) de manera consciente, racional y coherente sus protestas frente a lo que consideran ilegítimo, injusto o imposible, siempre dentro de los límites porosos, endebles e imprevistos de lo que puede resultar soportable o no para dar pie a la acción colectiva.
En suma, una forma de dar sentido a la acción colectiva como método eficaz de confrontación y resistencia a la dominación consiste en apelar al sentimiento de agravio moral que resulta de la ruptura de las reglas sociales que mantienen a una comunidad cohesionada y más o menos integrada, así como producto del atropello que una parte de la comunidad realiza en detrimento de otra con fines de beneficio personal, pero sobre todo, con un dejo de desprecio de parte de quienes dominan hacia los que ocupan la posición subalterna en dicha situación. De esta forma, los que protestan apelan a sus valores y valoraciones con el fin de darle sentido, coherencia, razón y racionalidad a la acción que realizan.
El sentimiento de agravio moral que se constituye a partir de un tipo de conciencia moral y afectiva, que depende a su vez de la posición que ocupan los sujetos en la estructura material de su sociedad de pertenencia, puede ser de utilidad como elemento explicativo de la acción colectiva. No obstante, ha sido poco considerada por los estudiosos que se han concentrado principalmente en la dimensión política, accionalista, racional y visible de los movimientos sociales. La invitación es a considerar la cultura, la moral y los valores como elementos significativos de la protesta.
Bibliografía
Calhoun, Craig. 1999. «El problema de la identidad en la acción colectiva.» Pp. 77-114 en Javier Auyero. Caja de herramientas. El lugar de la cultura en la sociología norteamericana. Universidad Nacional de Quilmes: Buenos Aires.
Gilly, Adolfo. 1999. «UNAM: el motivo y el agravio», en La Jornada, 10 de mayo.
Meneses, Marcela. 2012. Memorias de la huelga estudiantil en la UNAM, 1999-2000. Tesis para obtener el grado de Doctora en Ciencias Políticas y Sociales, UNAM: México.
Meneses, Marcela. 2016a. «’Ni derecho al centro tenemos’. Jóvenes artistas gráficos en el espacio público de Oaxaca, 2006», en Espacialidades, Revista de temas contemporáneos sobre lugares, política y cultura, 6(1): 142-166.
Meneses, Marcela. 2016b. «El agravio moral como resorte de la acción colectiva», en Revista de Estudios Sociales, 57: 43-51.
Moore, Barrington. 2007. La injusticia: bases sociales de la obediencia y la rebelión. México: IISUNAM.
Thompson, Edward P. 1981. Miseria de la teoría. Barcelona: Crítica.
[Versiones ampliadas de este artículo se publicaron como: «El agravio moral como argumento para la protesta.» Working Paper, 41, CRI-DIS, IACCHOS, Université Catholique de Louvain, 2016; y como: «El agravio moral como resorte de la acción colectiva.» Revista de Estudios Sociales 57: 43-51]
Me parece muy interesante que se explique con esta claridad la relación del agravio moral en las protestas sociales. Sin embargo, me parece que en las referencias sobre el tema hace falta considerar a Axel Honneth.