El pasado 20 de diciembre de 2015 hubo elecciones generales en España. No fueron unas elecciones más, sino unos comicios que podrían calificarse como elecciones críticas, en tanto que supusieron realineamiento electoral al transformar la lógica de competencia ordinaria que existía desde 1982 hasta 2011.
Ese fenómeno fue posible porque en España en un corto período (2011-2015) los ciudadanos reconfiguraron sus preferencias políticas a raíz de una profunda crisis económica, social, política y territorial. En ese contexto los españoles empezaron a desconfiar de los partidos tradicionales (el Partido Popular, PP, y el Partido Socialista Obrero Español, PSOE) y dieron apoyo a nuevas formaciones cuya bandera era la regeneración del sistema político.
El rechazo a los políticos y los partidos tradicionales no fue ajeno al cambio de percepciones de los ciudadanos sobre cuáles eran las cuestiones que más les preocupaban. Según los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) se observó cómo desde 2008 (año en que estalló la crisis) los ciudadanos españoles, además de estar preocupados por el desempleo, también lo estaban por la corrupción, los políticos y los partidos. En este sentido los políticos y los partidos pasaron a ser vistos como parte del problema, y no de la solución.
Fue esta coyuntura marcada por la crisis económica, el descontento y la desconfianza con la clase política tradicional en la que aparecieron nuevas formaciones políticas aprovechando la celebración de la convocatoria electoral para el Parlamento Europeo del 26 mayo de 2014. No es casual que las nuevas formaciones se fijaran en esta convocatoria, pues es la elección (de entre todas las existentes en España) que ofrece mayores posibilidades de obtener representación debido a un elemento mecánico –el sistema electoral D’Hondt se aplica en una única circunscripción que reparte 54 escaños– y un elemento psicológico –los ciudadanos aprovechan estos comicios para realizar un voto de castigo.
Entre las formaciones nuevas estaban algunas de derecha radical (como Vox), pero destacó una plataforma política llamada Podemos, que se inspiró en las demandas del movimiento de los indignados que estalló el 15 de marzo de 2011 y que trascendió como “el 15M”. En dichas elecciones Podemos obtuvo el 7.98% del sufragio y, con ello, una gran notoriedad mediática.
Podemos se creó en enero de 2014 en Madrid por un grupo de profesores de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid que participó de forma muy activa en el 15M. Este núcleo de activistas-académicos quería canalizar el desencanto de la población respecto a las instituciones y al sistema de partidos existente, así como abanderar las demandas que se formularon desde las plazas de todo el país en la última quincena de mayo de 2011.
Este nuevo partido, que contaba con el liderazgo de Pablo Iglesias, un joven profesor conocido por sus intervenciones en debates de televisión, elaboró un discurso basado en la crítica a la “vieja política”. Con este discurso se criticaba a la élite política y económica (a la que se calificaba de “casta”) y se denuciaba las políticas de austeridad impulsadas por la Unión Europea que dócilmente se aplicaron en España de la mano del gobierno del PSOE, liderado por José Luis Rodríguez Zapatero, y del PP, por liderado Mario Rajoy.
A partir de las elecciones europeas de 2014, las encuestas electorales señalaron cómo el sistema de partidos vigente desde inicios de los años 80, basado en un bipartidismo casi perfecto –en el que la suma de votos del PP y el PSOE siempre superaba el 70% del sufragio–, se empezaba a desmoronar. Según las encuestas realizadas por el CIS desde 2013 la suma de la intención de voto de los dos partidos mayoritarios no llegaban al 50% y Podemos se proyectaba como la formación vencedora. En esta coyuntura, a partir de 2014, emergió también con fuerza en la arena política española una formación llamada Ciudadanos, que fue creada en 2005 en Barcelona y que, hasta entonces, tenía un ámbito de acción circunscrito a Cataluña. Esta formación, en su origen, tuvo como único mensaje la oposición frontal al nacionalismo catalán, pero desde 2014 se presentó en toda España como una formación joven de carácter reformista, pero –al contrario de Podemos– de ideario liberal y con propuestas económicas alineadas con los intereses del gran capital español y vinculada a las grandes empresas del IBEX 35.
La aparición de estas nuevas formaciones y el desgaste de los dos partidos tradicionales fue patente a lo largo del 2015 –año que puede calificarse de “super electoral”– debido a la celebración de elecciones en la Comunidad Autónoma Andalucía el día 22 de marzo, en todos los municipios y 13 Comunidades Autónomas el 24 de mayo, en la Comunidad Autónoma de Cataluña el día 27 de septiembre y en todo el estado español, para elegir a los diputados, senadores y conformar gobierno el 20 de diciembre.
De los cuatro comicios es preciso detenerse en dos: en las elecciones locales del 22 de mayo y en las generales del 20 de diciembre. De las elecciones municipales de mayo destacó el hecho de que en muchas de las ciudades medianas y grandes de España (dónde el movimiento de los indignados fue especialmente activo) compitieron por el poder municipal plataformas ciudadanas inspiradas en las demandas del 15M. Estas plataformas políticas, que fueron fruto de una confluencia entre movimientos sociales, personalidades independientes y Podemos, se presentaron con un mensaje claro de impulsar políticas sociales contra la austeridad. Las casos más significativos de este fenómeno se desarrollaron en Madrid, donde ganó una plataforma política llamada Ahora Madrid, en Barcelona donde llegó al poder un coalición que se llamó Barcelona en Común, en Badalona (la segunda ciudad de Cataluña) con la victoria de Ganemos Badalona, en Zaragoza donde ganó Zaragoza en Común, en Valencia dónde ganó una coalición de izquierdas plural, en Cádiz donde ganó una plataforma llamada Cádiz sí se Puede, y en las ciudades gallegas de La Coruña donde ganó una coalición llamada la Marea Atlántica, de El Ferrol con la victoria de la plataforma Ferrol en Común y de Santiago de Compostela con la plataforma Compostela Aberta.
En cuanto a las elecciones generales del 20 de diciembre, después de una breve pero intensa campaña electoral, destacó la efectiva desaparición del bipartidismo, ya que el apoyo de los dos partidos hegemónicos (PP y PSOE) sumado se quedó en el 50,73% de los sufragios (con 123 y 90 escaños respectivamente), irrumpiendo Podemos con un 20,66 % del voto y 69 escaños, y Ciudadanos con un 13,93% de los sufragios y 40 escaños, además de la presencia de formaciones nacionalistas catalanas y vascas y otras formaciones menores que obtuvieron el 10.71% del sufragio y 28 escaños. Estos resultados dieron una la distribución de curules en la Cámara de Diputados que (a pesar del sesgo de la ley electoral a favor del PP y al PSOE) supuso –por primera vez en la historia de la democracia– la necesidad de pactos entre más de dos formaciones, a menos que no se diera una “gran coalición” entre el PP y el PSOE. Así las cosas, en las próximas semanas se vislumbra una intensa actividad entre los líderes de todas las formaciones políticas para ver quién tiene la capacidad de articular una coalición estable, si bien las combinaciones aritméticamente más razonables son o una alianza de derecha entre el PP y Ciudadanos (que necesitaría la abstención del PSOE para investir al presidente del gobierno), o una coalición de izquierda entre PSOE, Podemos y formaciones menores. Sin embargo ambas posibilidades se presumen inestables y, por ello, desde hace días los grandes medios de comunicación y los sectores de negocios apuestan por una alianza “sobredimensionada” formada por el PP, Ciudadanos y el PSOE. En cualquier caso, si no hay combinación posible, la única salida sería convocar nuevamente a los españoles a las urnas en un par de meses.
Pero más allá de los escaños y de las posibles coaliciones gubernamentales es preciso señalar que la España política de hoy tiene muy poco que ver a la de hace unas décadas. Es por eso que en múltiples círculos académicos y de opinión se ha empezado a hablar de que España experimenta un “cambio de régimen”. Un cambio cuyos primeros síntomas han sido la abdicación del Rey Juan Carlos de Borbón el 19 de junio de 2014, las masivas movilizaciones acontecidas en Cataluña para reclamar la independencia y/o un nuevo encaje en el Estado español, la aparición de una nueva generación de jóvenes politizados a partir del 15M, y el hecho de que los dos grandes partidos han cosechado la mayor parte de su apoyo electoral entre las generaciones mayores de 40 años y en las ciudades pequeñas y medianas de los territorios menos dinámicos del país.