Los resultados de las Elecciones Generales del 20 de diciembre de 2015 en España no han sorprendido a nadie y, sin embargo, parecen el colofón a una época de 37 años de democracia con grandes logros en su haber, posiblemente la más fructífera en términos de bienestar social y calidad democrática de toda su historia. Han sido también las primeras elecciones generales después de cuatro años del cese de las actividades violentas de la organización ETA, de la que prácticamente no se ha hablado durante la campaña, sustituida en las preocupaciones de la ciudadanía por el terrorismo yihadista.
En esta acelerada reflexión me detendré en dos aspectos: en primer lugar, los propios resultados de la elección de 350 representantes al Congreso y 259 representantes al Senado; y, en segundo lugar, unos breves apuntes sobre la significación social y política de dichos resultados. Conviene aclarar que los datos electorales son simplemente un indicador, no la causa, de varios procesos que, produciéndose al mismo tiempo, han ido minando la solidez del orden democrático existente y delineando la necesidad de un cambio profundo de las reglas y normas de la práctica política. En especial de la cultura política construida en torno a gobiernos mayoritarios de partidos que se alternan en el gobierno de la nación, las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos. Continuar leyendo…