Una de las muchas estrategias que se han empleado en la criminalización de la protesta, tanto históricamente como actualmente, es la acusación de irracionalidad de los que protestan. Bajo esta visión, las personas, en los momentos colectivos, se dejarían llevar por sus impulsos y pasiones, como la ira o el miedo, actuando de manera irracional, con violencia y amenazando el estatus quo. De la misma manera, el uso del acrónimo NIMBY (not in my back yard, no en mi patio trasero) es utilizado desde los años setenta del siglo XX para descreditar y desprestigiar a los colectivos y comités de ciudadanos que se oponen a instalaciones que amenazan su territorio, su salud y su vida, acusándolos de irracionalidad, ignorancia y egoísmo. Según esta perspectiva, las autoridades representarían el interés cívico–racional, mientras las personas que se oponen, el interés personal–irracional
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