Presentación
Movimientos e instituciones está dedicado al análisis y discusión de acciones colectivas, protestas y movimientos sociales desde una pluralidad de perspectivas teóricas, metodológicas y empíricas. Nos proponemos contribuir al conocimiento, comprensión y debate de esas temáticas, sin intención alguna de promover una determinada línea analítica, política o ideológica. Creemos que resulta más productivo discutir entre quienes tienen diferentes perspectivas y se atienen a los resultados de la investigación y de las reflexiones compartidas, que entre quienes piensan igual que nosotros, pero no admiten argumentos fundados en contra. Consideramos que la diferencia y el disenso son productivos, son esclarecedores, que permiten iluminar puntos ciegos. En la medida en que nuestras colaboraciones identifiquen relaciones y estén basadas en evidencias, podremos resultar de interés, no solo para nuestros colegas académicos, sino también para practicantes y otros públicos interesados en esos temas.
A nadie escapa la importancia del estudio de las acciones colectivas, las protestas y los movimientos sociales. A ello se agrega que, desde finales del 2010 se inició un ciclo mundial de protestas comparable a ciclos que en el pasado trajeron grandes cambios, como el de 1848, el de las revoluciones en Europa; el de 1968, el de la primavera de Praga, el mayo de París, el octubre mexicano y las protestas en Japón; el de 1989, el de la primavera de Beijing y la masacre de la plaza de Tiananmén, de las intensas olas de protesta en Alemania del Este, Polonia, Checoslovaquia, Hungría y otros países, que condujeron finalmente a la caída del muro de Berlín y al final de la Guerra Fría. Escribiendo esta presentación a finales del 2014 en México, cuando grandes protestas exigen la presentación con vida de 43 estudiantes de la Escuela de maestros de Ayotzinapa, Guerrero, detenidos por la policía municipal y entregados a un grupo criminal sin que se haya vuelto a saber de ellos, protestas masivas que exigen también la vigencia del estado de derecho, el fin de la impunidad y la corrupción, tenemos la impresión de que el ciclo de protestas iniciado en 2010 continúa en su fase ascendente.
Este ciclo de protestas tiene la particularidad de ocurrir precisamente cuando más países que nunca antes en la historia de la humanidad cuentan con gobiernos democráticos, en un momento en el que la democracia se ha convertido en el paradigma dominante de legitimidad política y, con ello, se asume el compromiso de garantizar y proteger los derechos civiles, políticos y humanos que son indispensables para que las protestas sean pacíficas y, finalmente, en un momento en el que las rivalidades entre potencias han dejado de contaminar la expresión y tratamiento de demandas sociales internas. Incluso publicaciones liberales como Time y The Economist han comprendido y reconocido que las protestas surgen por motivos domésticos y que pueden ser el antídoto contra democracias envenenadas y paralizadas que han dejado de responder a las necesidades y expectativas sociales. Con ello, las protestas han dejado de ser vistas como una amenaza a la democracia y son apreciadas cada vez más como un complemento tonificante, como su acompañante y corrector, particularmente cuando hay problemas de representación, cuando las acciones u omisiones de los gobernantes resultan intolerables para los gobernados, cuando gobiernos y partidos se corrompen, cuando no es posible, ni justificable, esperar a la siguiente elección, cuando da lo mismo votar por uno que por otro partido porque todos ellos aplican las mismas políticas, cuando las demandas sociales son ignoradas por autoridades y partidos. En esas situaciones los ciudadanos se movilizan para llamar la atención sobre un agravio, exigir un remedio, sacar de la indiferencia a los tomadores de decisiones, agregar un problema a la agenda, reasignar recursos para la atención de sus demandas.
Ciertamente, en las democracias realmente existentes perduran muchos problemas del pasado, pero son problemas cuya solución no requiere salir de la democracia sino que se necesita más democracia, que ésta se consolide, se extienda, se profundice y mejore su calidad. Los procesos electorales periódicos, libres, limpios e imparciales, con un sistema de partidos diversificado y competitivo, son la base de cualquier régimen democrático pero, sin duda, son insuficientes para representar la pluralidad social y para comunicar y procesar demandas sociales emergentes. Por ello, sobre la base de elecciones no cuestionadas, la representación social debe complementarse con la ampliación de la participación social, la deliberación de los asuntos públicos y la representación de intereses legítimos a partir de bases no partidarias, de los intereses gremiales en sindicatos, de los territoriales en organizaciones de vecinos, de los grupos vulnerables en organizaciones de la sociedad civil, de los actores que presentan nuevas demandas y reivindicaciones en organizaciones de los movimientos sociales, y así sucesivamente. La pluralidad social no debe pasar por el embudo de los partidos políticos ni expresarse solo en periodos electorales. Otros formatos organizativos de la sociedad civil, que agreguen preferencias ciudadanas de manera independiente de los partidos políticos, darían cauce a una representación social más incluyente, más abarcante.
De lo anterior se desprende que los movimientos sociales no pueden entenderse por sí mismos sino solamente en su interacción con el ambiente político, institucional y cultural en el que se desenvuelven. Los movimientos sociales por lo regular no son monolíticos, tampoco las instituciones que se encuentran en su entorno y sobre las que quieren incidir. De ahí que hayamos titulado a este blog Movimientos e instituciones. Con frecuencia las acciones de los movimientos sociales motivan contra-movimientos sociales y reacciones diversas de parte de las instituciones gubernamentales y de otros públicos. Las acciones de los movimientos no siempre son neutralizadas por las reacciones que provocan sino que, con frecuencia, se registran innovaciones, mutaciones y cambios que pueden describirse como procesos de coevolución entre el sector de los movimientos sociales y su entorno. Los movimientos y las instituciones cambian como resultado de su influencia recíproca. Las acciones de los movimientos sociales resultan de y, a su vez, provocan reacciones imprevistas del entorno y respuestas creativas de oponentes y otros públicos que estimulan comportamientos adaptativos que tienen efectos sobre las formas de protesta, las respuestas de control social, las estructuras, las prácticas y la cultura políticas. De aquí se sigue que para comprender lo que ocurre en el sector de los movimientos sociales, sus flujos y reflujos, sea necesario analizar lo que, de manera concomitante, ocurre en el ambiente institucional en el que se desenvuelven. Es decir, para el estudio de las acciones colectivas, las protestas y los movimientos sociales se requiere de un enfoque de sociología política que considere, no solo lo que de manera independiente hacen los movimientos sociales o las instituciones, sino lo que hace cada uno de ellos con orientación al otro, lo que hacen a partir de su interdependencia.
Las interacciones entre Movimientos e instituciones suelen ser complejas en el sentido de que el presente encierra más posibilidades de desarrollo de las que efectivamente suceden. Sabemos que lo potencial es infinitamente más grande que lo actual. No sabemos bien, en cambio, por qué se actualizan algunos fenómenos y otros nunca salen de su estado latente. Sabemos también que el mundo, además de complejo, es contingente: lo que ocurre pudo y puede ocurrir también de otras maneras. En el mundo de lo social no se observan cadenas deterministas causa-efecto, sino secuencias no deterministas entre abanicos de posibilidades encerradas en cada paso de los procesos de cambio del presente y que, en cada oportunidad de inflexión o de continuidad, operan procesos de selección de los que, en el mejor de los casos, tenemos nociones probabilísticas, no deterministas. En estas condiciones, los actores individuales y colectivos, institucionales y no institucionales, tienen márgenes de libertad para encausar los procesos sociales y políticos en las direcciones de su preferencia. Sin embargo, como hay múltiples actores tanto en el campo de los movimientos como en el de las instituciones y las estructuras habilitan y constriñen la acción de las personas y los grupos, el resultado de esos procesos es abierto. Tanto movimientos como instituciones buscan influir en diferentes públicos para movilizarlos o desmovilizarlos. Las preferencias de todos ellos son variadas y cambiantes. Dado que el mundo es complejo –ahora en el sentido de que presenta fenómenos imprevistos y respuestas creativas que estimulan comportamientos adaptativos frente a circunstancias emergentes, que reflejan procesos de aprendizaje, improvisación y transformación—, las acciones orientadas deliberadamente a fines precisos se refuerzan o anulan recíprocamente y provocan reacciones imprevistas. La tercera ley de Newton, que dice que a cada acción corresponde una reacción igual y en sentido contrario, se podría traducir en el campo de lo socio-político en que, así como cada acción (social y/o política) fue seleccionada entre una variedad de acciones posibles, corresponde a ellas un abanico más o menos amplio de reacciones (con efectos multiplicadores crecientes, decrecientes o nulos), en varios sentidos (favorables, contrarios, nulos). Ahora, considerando que las sociedades contemporáneas son diferenciadas, estratificadas y plurales, las reacciones hacia una misma acción son múltiples—algunos grupos reaccionan de una manera, otros de otra, unos más no reaccionan. Pero además, como estamos hablando de acciones colectivas y de procesos políticos, entre los grupos que reaccionan a la acción inicial se pueden generar alianzas, oposiciones, acuerdos, disensos, negociaciones y rupturas que son impredecibles porque pasan por filtros contingentes de liderazgos, estrategias, capacidades, recursos, ideologías, prejuicios, oportunidades, amenazas, y más. Por otro lado, en el campo de lo sociopolítico no operan solamente reglas formales y procesos institucionalizados, sino también reglas informales que van del clientelismo a la corrupción que, por su propia naturaleza, son convenidos de manera que las partes hacen todo lo posible por ocultarlas. Con estas consideraciones, la tercera ley de Newton resulta absolutamente inoperante en lo social porque lo potencial, lo que puede suceder como reacción a cada acción, es múltiple en cada paso. De ahí que la historia sea un proceso abierto, no teleológico, determinista ni lineal.
El análisis del presente (que encierra numerosas potencialidades) y los estudios prospectivos (sea mediante extrapolación de tendencias, análisis de escenarios, método Delphi, modelos basados en teoría de juegos o cualquier otro método) enfrentan dificultades y limitaciones insuperables. Incluso, la anticipación de un desenlace posible afecta las decisiones de los actores al grado que pueden modificar sus acciones para evitar que ocurra. Muchas noticias que hoy aparecen en los titulares de los diarios se pierden en el olvido luego de unos días. En cambio, noticias que se publican en interiores, o que de plano no se publican, más adelante resultan de gran trascendencia. Desde su título, este blog alude a los procesos descritos, a la relación dialéctica, compleja, a la interacción creativa entre movimientos e instituciones.
Finalmente, pero no menos importante, con Movimientos e instituciones rendimos homenaje a Alberto Alberoni quien, en Movimento e instituzione: Teoria generale (1977), así, en singular, llamó la atención sobre las relaciones entre los dos estados de lo social, el emergente y el instituido, que es lo que también queremos poner de relieve aquí. Entonces, de lo que se trata es de analizar interacciones entre lo dado y lo dándose, lo potencial y lo real, lo emergente y lo consolidado, lo estructurante y lo estructurado. Tratamos de representar la interacción entre las fuerzas del cambio y las de la continuidad con la imagen de las olas del mar golpeando sin pausa los castillos de arena que albergan a las instituciones. Sin embargo, Movimento e instituzione lo pasamos al plural, Movimientos e instituciones, para no perder de vista la variedad de organizaciones de los movimientos sociales e instituciones que interactúan entre sí y se transforman recíprocamente. Tomamos distancia también de la ambición de desarrollar una teoria generale porque desde hace décadas la sociología de la acción colectiva dejó de aspirar a un proyecto semejante: no es posible construir una teoría general que nos ayude a contestar todas las preguntas que se nos ocurran ahora y en el futuro acerca de fenómenos complejos, en continua transformación, que muestran propiedades emergentes en los que algunas potencialidades imprevistas se vuelven realidad y otras largamente auguradas no ocurren. Actualmente, conviven en diálogo, competencia y contrastación de resultados diversas teorías de alcance medio, susceptibles de ser operacionalizadas para la investigación empírica, que se contentan con sistematizar las relaciones entre conjuntos acotados de variables para tratar de responder preguntas de investigación específicas. Esa forma de proceder ha identificado un buen número de patrones y relaciones robustas y significativas.
Ahora bien, no porque renunciemos a construir una teoría general desistimos del trabajo teórico. Éste es fundamental para poner a nuestro servicio el conocimiento científico acumulado, para pensar desde lo general lo particular, pero también para contribuir a la ampliación de ese conocimiento, para integrar al acervo de conocimientos generales los nuevos saberes acerca de los particulares que investigamos. De esa manera, parafraseando a Bernardo de Chartres, nos montamos sobre los hombros de Alberoni y de otros gigantes del estudio de la acción colectiva, la protesta y los movimientos sociales para tratar de ver más y más lejos que ellos aprovechando su enorme estatura. Esas son nuestras intenciones. Nuestros lectores dirán si lo logramos. O no.